Los seres humanos, como seres verbales, atravesamos y habitamos nuestras experiencias en y desde el lenguaje. Es por esto que muchas veces nos encontramos con conductas regidas por REGLAS VERBALES.

Las reglas verbales nos permiten aprender u obtener información del mundo que nos rodea, aun cuando no hemos experimentado de manera directa una situación u evento. Es importante tener en cuenta que dichas reglas se construyen dentro de un contexto social y cultural, por lo que aprendemos diferentes códigos compartidos que nos permiten establecer relaciones arbitrarias de manera que podemos identificar si un estímulo es semejante, diferente, opuesto, comparable, propio o externo.

Actuar siguiendo reglas puede ser útil y tener beneficios en cuanto a que genera comportamientos eficaces que preservan a la persona al provocar un aprendizaje sin necesidad del contacto directo con la contingencia. Sin embargo y consecuentemente, pretender actuar con reglas de manera inflexible puede generar Insensibilidad en la Experiencia. Esto ocurre cuando basamos nuestras conductas en una serie de normas que han sido de utilidad en un momento determinado y en un contexto especifico, pero aplicada de manera inflexible en un nuevo contexto provoca malestar y sufrimiento, siendo estas conductas persisten a pesar de contactar con consecuencias negativas.

Según Del Valle y otros (2002), las representaciones culturales (entre ellas las de género) son un conjunto de ideas, creencias y significados empleados por la sociedad para estructurar y organizar la realidad. Estas se transmiten a todos sus miembros a través de diversos mecanismos socioculturales. El género es una representación cultural, que contiene ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes, mandatos y prohibiciones sobre la vida de las personas.

Siguiendo con estas líneas conceptuales podríamos preguntarnos: ¿Qué nos pasa cuando intentamos ajustar nuestro comportamiento y sentir a roles socialmente construidos discordantes con nuestras vivencias internas? ¿Cómo rompemos con estas influencias externas que muchas veces aparecen impuestas e internalizadas en nosotros mismos? ¿Qué nos sucede cuando nuestras conductas gobernadas por reglas reproducen ciertos mandatos o estereotipos con los cuáles no nos sentimos identificados?

Este proceso podría explicarse a través de la Teoría de los Marcos Relacionales, utilizada desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la cual se considera como una aproximación analítico-comportamental sobre el lenguaje y la cognición humana. Así, las relaciones entre estímulos serían comportamientos operantes aprendidos, o lo que es lo mismo, respuestas de relación arbitraria entre estímulos controladas contextualmente (Hayes, 2021). Focaliza su interés en el fenómeno de las relaciones de estímulos derivadas para explicar la conducta gobernada por reglas.

El marco relacional constituye una red de relaciones establecidas y reforzadas a partir de claves contextuales. Estas relaciones son arbitrarias, y no siempre dependen del estímulo en sí y sus características, sino de las relaciones que hayamos establecido entre unos y otros, diferenciando de esta manera la conducta.

La conducta gobernada por reglas socialmente construidas y provenientes del entorno circundante cumple con determinada funcionalidad torno a generar normas que regulen las acciones de los individuos en pos de favorecer la convivencia. En cambio, en torno a los estereotipos de género, podemos dar cuenta de que aparecen reglas que no especifican ningún tipo de funcionalidad, esto se debe a que estas construcciones han sido reproducidas a lo largo del tiempo de manera inflexible, lo cual ha provocado desigualdad al sostener estereotipos de carácter patriarcal, hegemónico, heteronormativo y binario, lo cual ha obstaculizado e invisibilizado otras maneras de vivenciar y ser en este mundo.

Cuando intentamos ajustar nuestro comportamiento a estos mandatos, se establece en nuestro diálogo interno ciertas relaciones que hacen que vayamos conformando un yo basado en estereotipos de género. Un claro ejemplo lo encontramos en el estudio llevado a cabo en la Universidad de Illinois, en el cual se establece que a partir de los 5 o 7 años las niñas empiezan a gestar la idea de que no son inteligentes y a asociar ciertas profesiones con roles únicamente masculinos, a pesar de encontrarse conforme con su género. En este sentido, los estereotipos que otorgan una mayor habilidad intelectual a los niños que a las niñas no solo aparecen a edad temprana, sino que también condicionan las aspiraciones futuras de las niñas.

Existen muchos ejemplos de cómo estas reglas configuran nuestras conductas, emociones, sentimientos y formas de expresarnos o mostramos frente a otro. Cuando estas reglas resuenan con nuestro sentir podemos experimentar con plenitud nuestros roles y comportamientos en nuestro contexto cotidiano. En contraposición, la inflexibilidad de las reglas estereotipadas no solo nos lleva a comportarnos de manera disonante con nuestro sentir, sino que también puede obstaculizar e inhabilitar el sentir del otro al invalidar su propia experiencia por considerarse no compatible con dichos mandatos.

De esta manera, por un lado, aparecen sentimientos de inseguridad, temor, baja autoestima, sentimientos de depresión, para quien no identifica su sentir interno con estas normas y roles de género; por otro lado, la reproducción de estas reglas verbales de manera rígidas e inflexibles pueden conllevar a conductas estigmatizadoras, violentas, discriminatorias, excluyentes que conforman e influyen en la arbitrariedad de las relaciones derivadas que condicionan la conducta.

Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) podemos brindar ciertas herramientas para generar un cambio de perspectiva y ampliar posibilidades desde la Flexibilidad Psicológica.

La fusión cognitiva de reglas estereotipadas obstaculiza nuestra relación con nuevos contextos, privando la posibilidad de apertura a nuevas experiencias al imposibilitar la escucha y validación de un sentir diverso, diferente al propio sin que este mediado por pre concepciones o juicios negativos, carentes de empatía.

El poder observar nuestros pensamientos como meros trozos de lenguaje nos permite adoptar una visión más racional y distanciada para reconocer que las reglas verbales son construcciones sociales y que los estereotipos de género son simples convenciones sociales arbitrarias que no tienen por qué definirnos o definir a otro.

Para poder desasir el yo conceptual (yo estereotipado) es importante el proceso de autoconciencia y autoconocimiento que permita establecer cuáles son los valores que hacen que vivamos una existencia significativa. Al comprometernos con los valores propios, podemos dejar de regirnos por estas imposiciones sociales para ser con libertad quienes realmente somos.