En la práctica terapéutica basada en Mindfulness es clave apoyarse en la enseñanza budista de las Cuatro Moradas Sublimes o brahmaviharas  (en sánscrito, Brahma=Dios y vihara=morada o lugar de residencia). Practicar esta enseñanza puede llevar a provocar cambios perceptivos y transformadores profundos, revelándose una forma de trabajo terapéutico nuevo y enriquecedor, con beneficios tanto para el terapeuta como para el paciente.

Pero veamos cuáles son Las Cuatro Moradas Sublimes: el amor (metta en pali y maitri en sánscrito), la compasión (karuna, en ambas lenguas), el gozo (mudita) y la ecuanimidad (upekkha en pali y upeksha en sánscrito).

Estos cuatro términos tienen significados y funciones concretas para el quehacer terapéutico, que impactan significativamente en el vínculo o la relación entre terapeuta y paciente, y posibilitan que el tratamiento llegue a buen puerto (más allá de las herramientas, intervenciones o técnicas específicas de cada enfoque terapéutico).

En primer lugar, amor, en este contexto hace referencia a la capacidad de proporcionar alegría y felicidad. Hay que aclarar que, en este sentido, amor (metta) es diferente del amor romántico, que desde la perspectiva budista tiene más que ver con el apego. Es por eso que, en ocasiones, metta se traduce como “bondad”. Entonces, queda claro que para poder desplegar este tipo de amor en la terapia, el terapeuta debe contar con otra capacidad de gran importancia como la empatía. Si el profesional no puede ponerse en los zapatos del otro va a ser muy difícil que pueda proporcionarle alegría y felicidad desde ese vínculo.

Un tema relacionado con metta y que siempre genera polémica entre profesionales de la psicología con distintos marcos teóricos es (aunque estaríamos viendo de forma un poco superficial a la alegría, pero permitámonoslo) el de los chistes, por parte del terapeuta, en sesión. A mi entender, en el momento oportuno, claro está, generar una risa o una sonrisa en el paciente favorece el vínculo y corre a un  lado esa imagen acartonada y de superioridad del psicólogo que ya quedó en el pasado victoriano. En fin, la risa es una expresión de la alegría y eso es fomentar metta en la sesión.

Con respecto a la compasión, en este contexto hace referencia a la capacidad de ofrecer consuelo al sufrimiento pero a diferencia de la concepción occidental de este término, karuma no implica que la persona compasiva, en este caso el terapeuta, tenga que sentir tristeza también. No tiene que sufrir por el paciente para que esta habilidad genere los resultados buscados. No es útil, a los fines terapéuticos, que cuando una persona esté sufriendo se sume otra, se tornaría más difícil poder brindarle una solución al padeciente. Esto es lo que el budismo denomina “compasión idiota” porque ya no sería una persona la que esté mal y preocupada, sino que ahora son dos. Llegar a eso es llegar a una actitud inútil.

En este sentido, imagínense sufrir por cada paciente que sufre! El terapeuta llegaría al día viernes agotado de tanto sufrir, listo para ser internado!. Por lo tanto, en la práctica clínica, la concepción budista de la compasión (karuma) es importante porque refiere a una habilidad que permite contener al paciente consolándolo pero sin sufrir uno mismo por ello. Desde este enfoque, esta habilidad le permite al terapeuta poder realizar una sesión tras otra y ser efectivo en sus intervenciones.

El tema de la compasión es tan relevante en el ámbito psicoterapéutico que hasta se desarrolló un tipo de terapia basada en esta habilidad  (ver Terapia Centrada en la Compasión –CFT- de Paul Gilbert)

En cuanto al gozo, podemos definirlo como la alegría por los logros de los demás. Esto tiene dos implicaciones importantes en la terapia. La primera de ellas tiene que ver con el hecho de que el terapeuta disfrute de la compañía de sus pacientes. Más allá de que se estén abordando temas complejos, emocionalmente delicados, el profesional puede gozar, disfrutar de su trabajo y del vínculo construido con el paciente.

La segunda, está relacionada con los reforzadores dentro de la sesión. Si un terapeuta goza y se alegra por un logro o avance terapéutico por parte de su paciente, estando ubicado en un lugar correcto en cuanto al vínculo o relación terapéutica, estará reforzando esas conductas por parte del paciente, lo que aumentará la probabilidad de que esa conducta positiva sea repetida por el consultante.

La cuarta morada sublime es la ecuanimidad, que significa serenidad. Es entendida como la capacidad de aceptar sin perturbarnos todo aquello que la vida nos depare. No debe confundirse con la indiferencia o la insensibilidad. Por el contrario, está relacionada con no fundirnos y perdernos en nuestras propias emociones, sentimientos y  pensamientos. Se trata de ver por igual a todos estos eventos privados, tal cual son, instante por instante, sin juzgarlos ni responder impulsivamente ante ellos.

Este concepto de ecuanimidad está íntimamente relacionado con los procesos de Aceptación y Defusión cognitiva que se trabajan en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) con el fin de aumentar la flexibilidad psicológica en el paciente. La aceptación es el proceso por el cual  se logra hacerle un lugar interior a las emociones que son valoradas negativamente, sin tratar de controlarlas o evitarlas. La defusión cognitiva implica tomar distancia de los pensamientos, verlos como lo que son, ni más ni menos que pensamientos, no la realidad misma o lo que dicen ser, para poder modificar la relación que se tiene con ellos.

Por último, es importante remarcar que los cuatro elementos (Las Cuatro Moradas Sublimes) no son independientes, funcionan vinculándose en una relación dinámica. Por ejemplo, cuando al amor y a la compasión no los acompaña la alegría (gozo, mudita) podemos decir que estamos hablando de una compasión poco compasiva ya que sólo nos permite empatizar con el sufrimiento pero no con la alegría ajena.