El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. Es la reacción del cuerpo a un desafío o demanda.
En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando nos ayuda a evitar un peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés se prolonga en el tiempo puede dañar nuestra salud. Su OBJETIVO es generar respuestas eficaces y controladas por el sujeto que le permitan una mejor adaptación.
Desde los estilos de vida actuales (privilegio de la inmediatez, del éxito y de los resultados sobre los procesos, reducción de horas de sueño, dificultades económicas, las exigencias laborales, etc.) como los acontecimientos significativamente negativos (catástrofes, fallecimiento de un ser querido, ruptura de relaciones, desempleo, enfermedad crónica, etc.), pueden generar respuestas en el sujeto que impliquen una inadecuada adaptación. Cuando el estrés en el sujeto se prolonga en el tiempo se produce una sobrecarga en el organismo que puede desencadenar en problemas de salud.
SEÑALES DE ESTRÉS:
Muchas personas no notan que están experimentando estrés hasta que comienzan a aparecer síntomas. Por eso, es importante reconocer las señales de estrés:
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Cansancio
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Falta de energía o concentración
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Irritabilidad
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Sueño entrecortado.
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Problemas sexuales.
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Dolor de cuello y espalda.
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Dolores de cabeza.
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Malestar estomacal.
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Aumento de presión sanguínea.
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Erupciones o sarpullidos en la piel.
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Dolores en el pecho.
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Bruxismo.
Estos síntomas reducen la calidad de vida, afectan el desempeño académico y laboral, y también se asocian a mayor cantidad y severidad de conflictos en las relaciones con otros. Notar estos síntomas ayuda a detectar que estamos experimentando estrés.
ESTRESORES DE LA MODERNIDAD
Los estresores se definen como cualquier estímulo, externo o interno (físico, químico, somático, etc.) que de manera directa o indirecta propician una desestabilización en el equilibrio dinámico del cuerpo.
Los estresores tradicionales siguen vigentes en el presente: Dificultades económicas, amenazas a la salud, catástrofes naturales, etc., pero la modernidad presenta algunas características adicionales que afectan nuestro estrés, entre ellas:
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La organización de la vida según horarios, y el consecuente aumento de trabajo a contrarreloj, con fechas límites.
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El contexto social cambia más velozmente. Los propios pensamientos sobre un amplio abanico de temas (relaciones íntimas, sexualidad, roles de género, etc.) se encuentran en constante revisión y modificación, disminuyendo la previsibilidad y estabilidad percibida.
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La accesibilidad del conocimiento resulta en que sea imposible que un único individuo pueda estar “al día” en una pequeña área de un campo de conocimiento. La cantidad de información disponible aumenta diariamente, y los profesionales deben estar en constante formación en sus áreas de especialidad para que sus conocimientos no sean obsoletos.
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Mayor libertad y abanico de opciones: Elegir nuestra pareja, amigos, nuestra religión, nuestra apariencia (ropa, maquillaje, ejercicio, etc.), incluso elegir los propios valores. Pocas cosas son decididas por nosotros en comparación con el pasado, y sin un sistema de creencias que guían nuestra toma de decisiones, decidir se vuelve estresante.
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Aislamiento social: Mayor especialización implica un grupo de personas para trabajar, otro para socializar, otro para practicar un deporte, etc. Los grupos de personas rotan según la actividad, y pocas de éstas se realizan con miembros de la familia, debilitando la unión familiar. Es más difícil encontrar un grupo de pertenencia con el cual se comparten casi todas las actividades como en sociedades preindustriales.
Si bien la respuesta de estrés nos prepara para la lucha, huida o parálisis, la gran mayoría de nuestros problemas cotidianos no se resuelven con ninguna de estas estrategias. Entonces debemos lidiar también con nuestra propia respuesta de estrés.
ESTRATEGIAS GENERALES PARA AFRONTAMIENTO DEL ESTRÉS:
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Identificar los principales estresores y ver si hay aspectos dentro de nuestro control que podamos manejar de manera diferente.
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Incorporar actividad física en nuestra vida. Además de ser un hábito saludable que puede brindarnos más energía, realizar actividad física sirve para contrarrestar y disminuir el estrés.
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Cuidar la alimentación y el sueño.
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Tomarnos un tiempo para estar en contacto con nuestra familia, amigos y/o para realizar actividades recreativas. Resulta útil separar un tiempo de manera deliberada, tal como asignar una noche por semana o un día del fin de semana exclusivamente para relajarme, juntarme con personas o realizar actividades recreativas.
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Ensayar técnicas de resolución de problemas, incluyendo poder clarificar y formular el problema, generar diferentes soluciones alternativas, elegir una e implementarla luego de evaluar ventajas y desventajas de cada una.
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Técnicas de relajación, tal como la respiración diafragmática lenta o relajación muscular progresiva, para contrarrestar el estrés e inducir relajación.
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Trabajar asertividad y habilidades de comunicación para lidiar con situaciones desafiantes de manera efectiva.
Estas son algunas estrategias generales de manejo del estrés. La realidad individual es más compleja debido a factores personales de nuestra historia, por lo que, en ocasiones, suele requerir otro abordaje y es importante consultar con un profesional.