Cuando hablamos de aceptación en el contexto psicoterapéutico, este término adquiere una relevancia fundamental para entender un proceso clave que es necesario abordar y trabajar en el curso de una psicoterapia con el fin de enriquecer la vida de la persona que consulta y dirigirla hacia lo que realmente le importa, le es valioso y significativo.

El sufrimiento humano y los costos del control

Para empezar a comprender tal relevancia es necesario abordar el tema del sufrimiento humano, de manera de entender cómo se posiciona la sociedad respecto a ello y las consecuencias que esto tiene para las personas que la integran.

Constantemente estamos expuestos a la presión que nuestra sociedad ejerce sobre cada uno de nosotros para sentirnos siempre bien, plenos, felices y sin dolor (físico o psicológico). Esto es funcional al sistema en el que vivimos dado que a partir de estas premisas o reglas sociales (Ej. “para poder vivir y funcionar adecuadamente hay que ser felices”) siempre va a haber alguien que nos pueda vender “algo” para paliar nuestro dolor o malestar y obtener dinero a cambio (sí, así se mueve el mundo). Esto no quiere decir que esté mal, simplemente estamos describiendo un modo de funcionamiento social que, como luego veremos, a nivel psicológico puede acarrear ciertos problemas de gravedad.

Podemos evidenciar este modo de funcionamiento social con dos claros ejemplos que  reflejan cómo se nos intenta vender una solución rápida y efectiva para no tolerar el malestar que estamos sintiendo por mucho tiempo:

1- Empresas farmacéuticas que nos venden complejos vitamínicos y energizantes para eliminar ese cansancio que sentimos por atender cuestiones de la vida cotidiana como el trabajo, los hijos, la mantención del hogar, etc.

2- Empresas de electrodomésticos que nos venden aires acondicionados frio-calor con el fin de que podamos controlar la temperatura de nuestra casa para no sentir el impacto de las temperaturas de invierno o de verano en nuestro cuerpo.

Es importante volver a remarcar que no estamos diciendo que esté mal que alguien nos ofrezca algo para sentirnos mejor, lo que hacemos aquí es describir una forma de funcionamiento social que tiene gran influencia sobre nosotros, donde cualquier tipo de molestia tiene que tener una solución rápida y contundente en la que el problema sea  eliminado, controlado o evitado.

Las implicancias de lo anteriormente expuesto nos llevan a plantear la posición que el ser humano adoptó respecto al sufrimiento, al malestar, al dolor. Las personas, en general, nos acostumbramos a este funcionamiento cómodo, donde cualquier tipo de sensación desagradable tiene que ser controlada prontamente en pos de volver a sentir ese bienestar tan anhelado. Como ejemplificamos anteriormente, este procedimiento lo repetimos incansablemente cuando se trata de un estímulo físico (falta de energía) o de un estímulo externo (calor o frío intenso) desagradable.

Ahora bien, siendo que el sufrimiento psíquico es una característica básica de la vida humana, de la cual no podemos escapar (siempre atravesaremos dolores emocionales en ciertos momentos de nuestra vida ya que todos nos enfrentaremos a duelos, exigencias, desamores, enojos, enfermedades, envejecimiento, etc.), el problema con estas estrategias radica en que los seres humanos caemos en la trampa de llevarlas justamente a este plano, el de lo psicológico. Así como nos acostumbramos a vincularnos con el malestar externo o corporal, ante la aparición de pensamientos negativos o emociones que generan molestias, muchas personas ponen en marcha estrategias para intentar controlar, evitar o hacer que desaparezcan tales vivencias internas desagradables.

Sin darnos cuenta, esta manera de vincularnos con nuestros eventos internos tiene un costo muy alto para nuestra vida, suelen acotarla, desviarla de lo que realmente nos importa  y generarnos un mayor sufrimiento.

Estas estrategias pueden llegar a servirnos en el corto plazo porque aplacan momentáneamente nuestro malestar  pero en el largo plazo son contraproducentes ya que nos alejan de lo que nos hace bien, de lo que es valioso y significativo para nosotros. Además, no nos aseguran que ese malestar no vuelva a aparecer.

A continuación veremos algunos ejemplos de la aplicación de estas estrategias ante eventos psicológicos negativos:

– La pareja de Juan se fue de viaje para visitar a su familia en otra provincia y él no para de tener pensamientos de preocupación respecto a que le pueda llegar a pasar algo malo en la ruta con el auto. Ante esta situación Juan se pone a beber cerveza en exceso para distraerse de sus preocupaciones y de esta forma deja de cocinar para su hijo.

– Romina se siente tan angustiada por su divorcio que finalmente decide no ir esa semana al trabajo para no tener que ver la cara de sus compañeros que, según ella, “no tienen ningún problema” y sentirse aún más apenada.

– En el momento en que iba a defender su tesina para licenciarse en la Universidad, Emiliano elige no ingresar a la sala de examen a cumplir dicho compromiso porque siente una elevada ansiedad,  y  así posterga, por segundo año consecutivo, su recibida.

– Mariana se produce cortes en los antebrazos para intentar tapar, con dolor físico, el sentimiento de vacío que le produce la pelea y el distanciamiento que tuvo con su mejor amiga.

 La aceptación como alternativa

 La aceptación constituye una estrategia que se encuentra en la vereda opuesta a la anteriormente descripta. Entendida como una forma de acercarnos, implicarnos y abrazar nuestras emociones y nuestros pensamientos negativos,  conforma una alternativa más saludable para vincularnos con nuestras vivencias internas desagradables, que permite la apertura psicológica y la autocompasión.

El hecho de poder abrazar estos pensamientos y sentimientos, dándoles un lugar dentro de cada  uno nos permite expandir las posibilidades de actuación en nuestra vida. El hecho de no responder automáticamente con evitación e intentos de control ante nuestras experiencias internas nos posibilita aumentar nuestro repertorio de respuestas y enriquecer nuestra vida, de manera de encaminarla, la mayor parte del tiempo,  hacia lo que realmente nos importa y nos es significativo y valioso.

Para ejemplificar esto vamos a utilizar uno de los casos detallados anteriormente:

– Si Juan pudiera darle un lugar dentro suyo a la ansiedad y a los pensamientos de preocupación que le produce el viaje en auto de su pareja por la ruta, entendiendo que esta reacción ante lo que considera peligroso es frecuente en él porque se crió en un ambiente de sobreprotección extrema,  entonces no tendría que ingerir alcohol en exceso como forma de evitar estas vivencias desagradables y podría continuar cocinándole a su hijo, actividad que considera importante y valiosa para desarrollar su rol de padre.

 Concluyendo

 La aceptación es un componente clave que debe trabajarse en psicoterapia para poder vencer las barreras que a uno lo alejan de lo que es valioso y significativo para su vida.

Lo importante no es estar atentos a si sentimos o percibimos la presencia de un mínimo malestar psicológico o emocional con el fin de hacer algo para eliminarlo lo más rápido posible, por el contrario, la importancia radica en qué hacemos con la presencia de ese malestar. ¿Actuamos de forma concordante con nuestros valores o nos comportamos acorde a una estrategia de control y evitación que nos lleva a acotar nuestra vida y sentirnos cada vez más encerrados? ¿Podemos comprender en el momento oportuno que el dolor es inevitable, aceptarlo y dar un paso hacía lo que realmente nos interesa y valoramos?

Para finalizar vamos a citar un párrafo escrito por el psicólogo contextual español  Jorge Barraca Mairal, quien en su libro “La mente o la vida, una aproximación a la      terapia de aceptación y compromiso” (2005) escribe: “Conviene entender que cuando el mundo interior nos parece controlable de forma equivalente al exterior, partimos de una premisa tan equivocada que el único resultado posible es la perpetuación y el agravamiento del sufrimiento”

 

El Lic. Maximiliano Lofredo integra el equipo de Habilidades para el Cambio. Es psicólogo, Especialista en Terapias Contextuales (UAL) y Especialista en Psicología Aplicada al Deporte y a la Actividad Física (UBA)