Un acercamiento a sus modelos explicativos

El TAG es un trastorno de ansiedad con gran prevalencia en la actualidad y con demora en la consulta inicial: es el más enraizado en nuestra vida, el que más pasa desapercibido, ya que se relaciona con las preocupaciones cotidianas.

Su evolución tiende a ser crónica, con episodios que pueden ser disparados por acontecimientos estresantes. Los síntomas del TAG rara vez remiten de manera espontánea con el paso del tiempo. Es un trastorno que genera deterioro significativo en el funcionamiento social y ocupacional, así como en la calidad de vida de quien lo padece.

Diferencia entre personas que reúnen criterios diagnósticos de TAG y el resto de las personas

El TAG es una manifestación excesiva de un fenómeno normal: la preocupación. Las personas con TAG tienen niveles de intolerancia a la incertidumbre significativamente elevados y las medidas para combatirla son exageradas, por lo cual su malestar genera un gran costo psíquico.

El contenido de las preocupaciones es relativamente similar en sujetos con y sin TAG: familia, cuestiones económicas, trabajo y enfermedades. No obstante, Dugas y Ladouceur (1997) han concluido que las personas con TAG se preocupan por una mayor variedad de situaciones y que se preocupan más por cuestiones menores. Habitualmente sospechamos que una persona puede tener TAG porque sus preocupaciones son relativamente constantes, más frecuentes, duraderas, intensas y difíciles de controlar, y raramente llevan a una posible solución para un problema particular.

Es oportuno considerar los criterios diagnósticos establecidos por el DSM V:

-Ansiedad y preocupación excesiva (anticipación aprensiva) producida durante más días de lo que ha estado ausente, durante un mínimo de seis meses, en relación con diversos sucesos o actividades.

-Dificultad para controlar la preocupación.

-Ansiedad y preocupación asociada a tres o más de los siguientes síntomas: inquietud o sensación de estar atrapado o con los nervios de punta; fácilmente fatigado; dificultad para concentrarse o quedarse con la mente en blanco; irritabilidad; tensión muscular; problemas de sueño.

-La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes.

– La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia ni a otra afección médica.

-La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental.

Modelos explicativos

Diversos autores han presentado interés en el estudio y conceptualización de este diagnóstico, por su frecuencia y por las limitaciones que conlleva.

Brown, O’Leary y Barlow plantean un Modelo Multidimensional (1993), según el cual el TAG es un trastorno de ansiedad básico (de aprehensión ansiosa), cuyas características centrales están en la base de otros trastornos de ansiedad, lo cual explica las comorbilidades. La aprensión ansiosa estaría asociada a un estado de elevado malestar y sobreactivación crónica, una sensación de descontrol y el foco atencional dirigido a estímulos relacionados con la amenaza.

Borkovec ha explicado el TAG desde el Modelo de la Preocupación como Evitación (1994), en el cual la preocupación es definida como una cadena de pensamientos o imágenes cargada de afecto negativo y relativamente incontrolable, que representa un intento a nivel mental de solución de problemas.

Por su parte, el Modelo de Dugas y Ladouceur (1997) conceptualiza que ante situaciones o acontecimientos ambiguos, las personas con TAG viven la incertidumbre como algo estresante y molesto que debe ser evitado. Ante la baja tolerancia a la incertidumbre, tienen creencias positivas acerca de la preocupación: creen que los ayudará a afrontar más eficazmente los acontecimientos o a prevenirlos. Realmente, la preocupación no termina produciendo el alivio buscado y se genera más ansiedad, y ante los problemas tienden a tener una orientación negativa: ven a los problemas como amenazas y son pesimistas de su capacidad para resolverlos. Cuando este trastorno se prolonga en el tiempo, se produce desmoralización y agotamiento, que conllevan el riesgo de depresión.

Otro aporte importante de estos autores es la distinción de tres tipos de preocupaciones, las cuales requieren, desde el tratamiento, intervenciones diferentes:

  1. Problemas inmediatos anclados en la realidad y modificables (por ejemplo, conflictos interpersonales, reparaciones, forma de vestirse para una ocasión)

  2. Problemas inmediatos anclados en la realidad e inmodificables (por ejemplo, enfermedad crónica de un ser querido, economía del país, pobreza del mundo)

  3. Acontecimientos muy improbables no basados en la realidad (por ejemplo, ruina económica o grave enfermedad en presencia de salud)

El Modelo Metacognitivo (1997) de Wells explica que ante un disparador se activan las Preocupaciones de Tipo 1 o preocupaciones sobre eventos externos (ejemplo, un viaje en auto, la llegada tarde de un hijo adolescente, la reunión con un jefe) o eventos internos no cognitivos (síntomas físicos). Las personas con TAG suelen desarrollar metacogniciones positivas acerca de la preocupación: “preocuparme me ayuda a motivarme”, “preocuparme es un rasgo mío que yo valoro”, “preocuparme me protege de emociones negativas”.

Wells señala que con el paso del tiempo, y a partir de que cada día las preocupaciones se van volviendo más incontrolables y perturbadoras, los pacientes desarrollan metacreencias negativas sobre las preocupaciones: a estas creencias las denominó Preocupaciones de Tipo 2. Algunos ejemplos de ellas son: “las preocupaciones me harán perder mi salud mental”, “me estoy volviendo loco por preocuparme, me voy a enfermar, no voy a poder seguir funcionando”.