Una de las consultas más frecuentes en psicoterapia, al menos en mi experiencia, suele estar vinculada a las dificultades para establecer vínculos con una adecuada comunicación. Y suele aparecer siempre el obstáculo de “No se como comunicarme de forma asertiva”, “no se como decir lo que pienso, no tengo las herramientas”. Y si bien la falta de habilidades y pautas claras de comunicación es una variable fundamental, ya que el aprendizaje de estas habilidades culturalmente durante generaciones estuvo a un costado, en lo personal considero que en muchos casos no se debe tanto a un “no saber como”, o una dificultad en las habilidades de comunicación, sino mas bien a la dificultad intrínseca de que comunicarse, y expresar a otros lo que nos sucede, implica siempre un grado alto de vulnerabilidad. La mayoría de las personas no tienen dificultades para expresar en voz alta cualquier cosa a cualquier persona. Si bien por supuesto que existen cuadros donde la comunicación esta inhibida en gran medida, lo que intento exponer aquí es que gran parte del “problema de comunicarnos” se debe a que lo que tenemos en frente es otro que sufre y nosotros mismos nos vemos expuestos, vulnerables, cuando queremos comunicar algo que sentimos, o necesitamos.
Suelo escuchar en la clínica frases como “quiero decirle lo que me pasa sin lastimarlx”, “quiero decirle a mis amigxs lo que me molesta sin que me importe tanto”, “quiero pedir un aumento sin miedo a lo que me vayan a decir”, “quiero ponerle limites a mis hijxs sin sentirme culpable”. En todas esas frases se habla de una “ausencia de dolor”. Y como terapeuta lo vivo un poco contrariada a veces, pienso que me están diciendo algo así como “quiero aprobar el examen sin estudiar”. Ese “sin dolor”, es bastante un fenómeno cultural. Por supuesto que tener miedo a lastimar a otro, a perder un trabajo, a equivocarte a la hora de hablar por estar inundado de una emoción, es incomodo, desagradable y bastante válido querer escapar de eso. Pero la perspectiva ACT (de la Terapia de Aceptación y Compromiso) nos propone una vuelta de tuerca a esto: no es SIN dolor, es CON. De hecho, nuestras estrategias para evitar encontrarnos con esa incomodidad a la hora de expresarnos, suelen ser las mismas que nos llevan a “no saber como”. De tanto evitar el miedo inherente a hablar de lo que nos pasa, expresar necesidades, deseos, desacuerdos etc, terminamos perdiendo oportunidades de practicar habilidades, de reconocer cuando nos estamos equivocando, de qué otra manera podemos decir tal cosa, qué emociones esta experimentando el otro mientras yo hablo etc. Por esperar hacerlo SIN la incomodidad asociada a estar vulnerable frente a otros, quedo paradójicamente cada vez mas despojado de habilidades.
Lo que intento decir es que cuando lo que buscamos es “ser mas asertivos”, “comunicarnos mejor” , “expresar mejor mis emociones/necesidades”, es porque hay algo importante y valioso para nosotros del otro lado, un trabajo, un amigo, una pareja, o el valor mismo de ser mas comunicativos independientemente de los demás. Y donde hay algo valioso, hay un dolor al que hacerle lugar, esa es la ambigüedad de la vida humana.
“Muchas de las cosas en la vida que realmente te importan y quieres, son probablemente muy ambiguas, y si no puedes hacerle lugar a la ambigüead es probable que estés condenado a actuar al servicio de su eliminación, lo cual es realmente una fantasía” […] Aprender a amar la ambigüedad puede ser muy poderoso aunque bastante contraintuitivo. Y cuando hablamos de amar acá no hablamos de enamorarnos de la ambigüedad. Hablamos de amor como un acción. Podes invitarla a tu casa por un rato, darle un vaso de limonada, hablar con ella, y escuchar que es lo que tiene para decirte.” Kelly Wilson
Por supuesto que de lo que estoy hablando no es de mandarnos al muere a pedir un aumento a tu jefe sin chequear si corresponde, de que manera decirlo, elegir el momento, si es realmente viable en los hechos, si no va a tener más consecuencias negativas que positivas etc; ni tampoco de decirle lo que nos importa a alguien lastimandolo. Mucho menos de “expresarle un desacuerdo” a alguien que sistemáticamente nos agrede. Allí habrá que discernir de qué manera cuidarnos. Lo que digo es que para comenzar a aprender a comunicarnos, la clave ACT, es que siempre hay un “riesgo”, implica el coraje de hacerle lugar a experimentar malestar de alguna manera. Si no estas dispuesto, a vivenciar algún dolor, quizás de nada sirvan las estrategias clásicas de comunicación asertiva.
Si tenemos claro esto, y nos abrimos a experimentarlo aunque sea en pequeñas dosis, podremos poco a poco poner en juego estrategias concretas. Ensayarlas. Adquirirlas en la acción, en el tropezón, con la incomodidad, ansiedad, miedo, culpa, de la mano. Y si bien no creo que ningún terapeuta este dispuesto a prometer que así, poco a poco exponiéndonos a aquello que tememos, el miedo/vergüenza/incomodidad/culpa va a desaparecer, sí podemos decir que a medida que tus pasos vayan en dirección a algo que valorás, ese conjunto de emociones incómodas van a pasar a ser parte de la experiencia, a integrarse sin lucha, sin huida. Esas emociones desagradables poco a poco van a acompañar de una forma mas amigable, más liviana esta tarea que es vivir dentro de la piel de esta existencia que tenemos, inevitablemente tan ambigua, tan compleja y tan humana.