Para comprender este concepto y clarificarlo, podemos separar sus términos y explicar cada uno de ellos individualmente. De esta forma, es importante vislumbrar que la autoconciencia es la capacidad del ser humano de tomar conciencia de sus virtudes, defectos, motivaciones o actitudes. Es decir, se basa en tomar conciencia de uno mismo y aprender a conocernos, desde un punto de vista externo.
Y a su vez, las emociones son procesos multidimensionales que implican reacciones de tipo neuro-fisiológico, motor y cognitivo frente a la información (conocimiento) que recibimos del entorno. Dichas reacciones, se convertirán en el reflejo exteriorizado de lo que la persona siente ante el estímulo o situación a la que se esté enfrentando (Estrada y Martínez, 2014).
De esta forma, tomando los aportes de Gabel (2005) cuando hablamos sobre la autoconciencia emocional nos referimos al conocimiento de nuestras preferencias, sensaciones, estados y recursos internos. Implica reconocer las propias emociones y los efectos que tienen sobre nuestro estado físico, comportamientos y pensamientos. Poseer esta competencia involucra saber que se está sintiendo y porqué, comprender los vínculos existentes entre sentimientos, pensamientos, palabras y acciones; conocer el modo en que los sentimientos influyen sobre las decisiones que tomamos y saber expresar las emociones.
La autoconciencia es el eje básico de la inteligencia emocional, por cuanto la toma de conciencia de nuestros estados emocionales, es el punto de partida para otras habilidades de la inteligencia emocional tales como el autocontrol, la empatía y las habilidades sociales. Goleman (2010) utiliza la expresión “self-awareness” (conciencia de uno mismo o autoconciencia) para referirse a la atención continua de los propios estados internos, esa conciencia autoreflexiva en la que la mente se ocupa de observar e investigar la experiencia misma, incluida las emociones. La misma, está compuesta por:
- Autoconciencia emocional: reconocimiento de nuestras emociones y sus efectos
- Acertada autoevaluación: conocimiento de nuestras fortalezas y limitaciones
- Autoconfianza: un fuerte sentido de nuestros méritos y capacidades
A través del conocimiento de nuestras emociones, y del proceso que siguen nuestros pensamientos, podemos llegar a darnos cuenta de la diferencia que existe entre “sentir una emoción” y “ser consciente de lo que se está sintiendo”. La autoconciencia exige un conocimiento íntimo y exacto de nosotros mismos y de las emociones. Asimismo, requiere la comprensión y la predicción de nuestras reacciones emocionales ante las situaciones. El desarrollo de la conciencia emocional, supone la alfabetización emocional, es decir poseer un vocabulario adecuado y suficiente para definir o describir lo que se está sintiendo. Igualmente implica el desarrollo de la atención consciente para distinguir lo que estamos sintiendo en un momento determinado.
Para aumentar la autoconciencia es necesario comprender como reaccionamos ante las personas y los hechos que forman parte de nuestra vida. En particular, debemos examinar nuestros juicios, entender nuestros sentimientos, saber cuáles son nuestras intenciones y prestar atención a nuestros actos. Weisinger y Laks (2003) sugerían que, para el desarrollo de nuestra autoconciencia, podemos preguntarnos a diario y en diversas circunstancias, en las cuales nuestros estados emocionales sean nuestra brújula, interrogantes tales como:
¿Qué siento ahora mismo? ¿Qué quiero? ¿Cómo estoy actuando? ¿Qué valoraciones estoy haciendo? ¿Qué me dicen los sentidos?
Reconocer nuestras propias emociones, así como sus efectos en nosotros y en otros, es una de las aptitudes indispensables para la inteligencia emocional. Todas las emociones tienen su función adaptativa y necesitamos de ellas, incluso de aquellas que nos generan incomodidad o malestar. Debemos de poder identificar cada una de ellas y entender de sus avisos, para ser interpretadas en pos de una dirección constructiva.
Desde la base de la Terapia Cognitivo Conductual, se trabaja para identificar y reconocer el impacto que tienen nuestras cogniciones en nuestras emociones y, por ende, en las conductas. Esto supone la comprensión de la diferencia entre pensamientos, acciones y emociones; visualizar las causas y consecuencias de las emociones; evaluar la intensidad de las mismas y reconocer el lenguaje de las emociones, tanto en comunicación verbal como no verbal.
Las siguientes frases, nos invitan a pensar y promover la autoconciencia emocional individual existente:
- Soy una persona feliz cuando…
- Tengo miedo cuando…
- Lo que más me enfada ..
- Estoy triste cuando…
- Me siento querido/a cuando…
- No me gusta cuando…
- Me produce ansiedad…
- Lo que más busco controlar es…
- Cuando tengo mucha rabia me provoca…
- Cuando tengo miedo siento…
- Me genera culpa…
- Una de las cosas que más me despierta indignación es…
- Me admiro por…
- Siento amor por…
- Siento temor de…
- Cuando estoy estresado/a me siento…
La conciencia emocional comienza, cuando nos contactamos con nuestras emociones, las cuales están presentes en todos nosotros y entendemos de qué forma afecta lo que percibimos, pensamos y hacemos. Las emociones corren en paralelo con nuestros pensamientos y en la vida diaria, experimentamos múltiples estados emocionales. Sin embargo, la mayor parte del tiempo no somos conscientes de ello. Se requiere hacer una pausa mental para captar el murmullo interno de las emociones, algo que no estamos acostumbrados y solo cuando se desbordan tomamos consciencia de las mismas.
“Una de las maneras más rápidas y potentes para llevar nuestra atención a un determinado lugar es por medio de las preguntas. Hacernos nuevas preguntas, preguntas que nunca antes nos hayamos formulado
Mario Alonso Puig
Bibliografía consultada:
- Estrada, R. B., & Martínez, C. I. M. (2014). Psicología de las emociones positivas: generalidades y beneficios. Enseñanza e investigación en psicología, 19(1), 103-118.
- Gabel, R. (2005). Inteligencia emocional: perspectivas y aplicaciones
- Goleman, D. (2010). La práctica de la inteligencia emocional. Editorial Kairós.
- Weisinger, H., & Laks, D. (2003). La inteligencia emocional en el trabajo (No. 150 W45).