Aunque a lo largo de la historia se desarrollaron varios compuestos en la búsqueda de tratar la depresión, actualmente se los continúa llamando “antidepresivos” a pesar de que se usan para otras patologías, como por ejemplo trastornos ansiosos, o de pánico. Los primeros antidepresivos fueron los IMAO, y los tricíclicos. Estos fármacos demostraron eficacia en el 70% de los pacientes deprimidos, presentan latencia de acción, y posibles efectos adversos molestos a consecuencia de la acción en diferentes receptores, como aumento de apetito y peso, sedación, mareos, sequedad bucal, visión borrosa, constipación, disfunción sexual, etc.

El avance en la psicofarmacología durante los últimos años ha sido muy notorio. En la búsqueda de nuevas moléculas que tengan acción en receptores específicos, se ha conseguido mayor eficacia y disminución de aparición de efectos adversos. Se trata de un grupo muy heterogéneo, entre los que encontramos ISRS como la sertralina, fluoxetina, escitalopram; duales como venlafaxina, desvelanfaxina, duloxetina, bupropion, otros como mirtazapina, agomelatina, etc.

Con los antidepresivos “nuevos” se ha logrado:

  • Mayor seguridad en sobre ingestas
  • Menores efectos adversos, por menor bloqueo de receptores como alfa1, M1 y H1.
  • No son cardiotóxicos
  • Menor incidencia sobre umbral convulsivo
  • Menores interacciones peligrosas con otros fármacos

Aunque estas drogas no son más eficaces que las moléculas clásicas en la depresión mayor, demostraron mucha utilidad en aquellos pacientes que no pudieron tolerar efectos adversos, o que no respondieron al tratamiento convencional, ya que la ventaja está relacionada con la variedad de mecanismos de acción.

Hoy en día, los efectos adversos son muchos menores, y son más frecuentes al inicio del tratamiento, y en personas ancianas o desnutridas. Es necesario aclarar al paciente, que es posible que aparezcan los efectos adversos o que no aparezca ninguno, y que la medicación sea tolerada sin inconvenientes, y verse beneficiado del tratamiento.

Dentro de los posibles efectos adversos de los ISRS encontramos, que por su escasa afinidad a receptores histaminérgicos, adrenérgicos y muscarínicos, prácticamente no se presentan hipotensión ortostática, ni efectos en la conducción cardiológica ni efectos anticolinérgicos (sequedad bucal, constipación, visión borrosa, retención urinaria). A veces puede presentarse ansiedad, mareos, náuseas vómitos, al inicio del tratamiento, y que disminuye con el tiempo. Los ISRS, disminuyen el tiempo REM del sueño, y pueden producir aumento de sueños o pesadillas, puede disminuirse administrando el fármaco por la mañana. Se ha visto que luego de semanas o meses de tratamiento con ISRS pueden desarrollar síndrome de apatía, o falta de iniciativa y de respuesta emocional, que se puede mejorar disminuyendo dosis, o agregando otras medicaciones. Los efectos en la esfera sexual, no siempre aparecen desde el inicio del tratamiento, pueden aparecer disminución de la libido, problemas en la erección, o anorgasmia. Para este EA, lo primero es esperar disminución, si persiste agregar otro fármaco, o sustituir el antidepresivo por otro. Si apareciera aumento del apetito, o del peso, también es posible rotar por otro fármaco con menor incidencia en este aspecto.

Por lo antes mencionado, si bien existen muchos posibles efectos adversos, en general con pautas de alarma y seguimiento médico podemos controlarlos y advertirlos prontamente para ajustar el plan psicofarmacológico. En la actualidad estas medicaciones son muy bien toleradas, y grandes aliadas para la mejoría de cuadros depresivos, o ansiosos, junto con el tratamiento psicoterapéutico.