Entre los argentinos, la tendencia a recurrir a la ayuda del profesional psicólogo se ha instalado fuertemente en las últimas décadas, abarcando diversos motivos de consulta. Hay quienes todavía presentan cierta resistencia a la hora de solicitar atención psicológica, quizá por no tener del todo claro para qué sirve y cuáles son sus beneficios. Ahora bien, ¿cuál es la utilidad del tratamiento psicológico?

Algunos lo describen como un espacio para tratar problemáticas personales específicas, otros lo ven como algo que se limita a las personas con trastornos mentales. En lo que muchos coinciden es en la idea de la terapia como un lugar de desahogo donde “vas a hablar de tus problemas”, “sacás todo lo que guardás adentro y te hace bien”. Sin embargo, con este último enfoque, corremos el riesgo de reducirla a un mero espacio de descarga en donde lo terapéutico sería “hablar y liberarse”. Dentro de esta línea puede haber personas que piensen que es preferible hablar con un amigo, o como alguna vez alguien me dijo “si alguna vez tenés un problema, tomate un taxi y conversá con el conductor, esos tipos sí que saben de la vida”. ¿Se trata, entonces, de un mero desahogo, de que alguien nos escuche?

Se trata de abordar la mirada que tenemos sobre aquello que buscamos resolver, sobre nosotros mismos y sobre el mundo; así como dilucidar cuáles son las cuestiones que dificultan la resolución del problema, qué elementos lo mantienen sin que nos demos cuenta. ¿Cómo interpretamos las cosas que nos ocurren, cómo estamos pensando? En la psicoterapia cognitiva, el objetivo es trabajar sobre los procesos del pensamiento, volverlos flexibles: aprender a dudar de las ideas a las que nos aferramos, es aprender a distanciarnos de ellas. ¿Realmente somos eso que creemos? La problemática que estoy atravesando, ¿tiene el peso que creo que tiene?

Cuando estamos haciendo psicoterapia, estamos estableciendo circuitos nuevos en el cerebro. Por medio del trabajo en conjunto con el terapeuta, ponemos a prueba nuestras propias creencias. Así, flexibilizamos nuestra manera de pensar, establecemos conexiones nuevas. Es una manera de desafiar los pensamientos automáticos y repetitivos que, sostenidos en el tiempo, generan una rigidez que nos debilita a la hora de afrontar las vicisitudes de la vida.

Los cambios fruto de la psicoterapia también tienen un efecto positivo en nuestro organismo: se sabe que, por ejemplo, un elevado estado de ansiedad no tratado con psicoterapia puede afectar nuestra función endócrina (las hormonas funcionan distinto por el estado de alerta constante) , así como también puede llevar a olvidos frecuentes (por afectar la función atencional) o que, si perdura en el tiempo, puede devenir en un estado depresivo.

Podemos concluir que en el tratamiento psicológico no se trata solamente de poner en palabras nuestro malestar, sino también de comprender en qué creencias se basa y de poner en marcha intentos de solución alternativos. ¿Qué tanto “compramos” lo que pensamos? ¿En qué convicciones nos basamos cada vez que actuamos? Es desafiarnos a nosotros mismos.