En este artículo intentaré definir el síndrome de Burn Out para luego poder plantear ciertos lineamientos para su prevención o remisión si es que se lo está atravesando, tomando como eje central al autocuidado .
Para comenzar, el interrogante que surge es ¿Qué es el síndrome de Burn Out?
Christina Maslach propone un modelo multidimensional para explicar el síndrome de Burn Out. El mismo está compuesto por:
-Agotamiento emocional.
-Despersonalización.
-Baja realización personal.
Desde este modelo explicativo el Burn Out se caracteriza por un estrés laboral crónico, vinculado al trabajo con personas que demandan contención, ayuda y apoyo.
A raíz de esto la persona que sufre Burn out comienza sintiendo un gran agotamiento físico y mental, como respuesta a esto comienza a percibir cierta despersonalización-experimentando menor paciencia/empatía con el paciente y distanciándose emocionalmente del mismo-debido al agotamiento mental y físico antes mencionado.
Como resultado de lo anterior, el profesional comienza a percibir una baja realización personal. Percibiendo por ejemplo, que no está pudiendo ayudar a sus pacientes como le gustaría y que no está pudiendo disfrutar de su profesión como lo hacía previo al Burn Out.
Ahora bien, ¿Qué estrategias podemos emplear para prevenir el burn out?
O si ya lo estamos atravesando ¿Cómo podemos revertir ese proceso?
En principio es fundamental señalar que el Burn out no se resuelve con un fin de semana de descanso y relajación. Su remisión consistirá justamente en evaluar qué nos llevó a esa sensación de, tal como su nombre lo indica, sentirse “quemado” y poder comenzar a apagar ese incendio interno.
Algunas posibles preguntas pueden ser:
¿Cuántas horas le estoy dedicando a mi trabajo? No solamente a la atención de pacientes sino también a la formación, supervisión e incluso a esos momentos aleatorios del día en los cuales nuestra mente vuelve hacia el trabajo.
¿Estoy pudiendo establecer límites en mi trabajo? (cantidad de pacientes por día, cantidad de pacientes que considero graves por día, limites dentro del encuadre terapéutico, por ejemplo frente a la impuntualidad, falta de pago, incumplimiento de las indicaciones terapéuticas).
¿Hay alguna patología que siento que no puedo o no quiero atender y de todos modos lo estoy haciendo?
¿Le dedico tiempo y espacio a las demás áreas importantes para mí?
¿Si tuviera que establecer un porcentaje del espacio que le dedico a cada área, que porcentaje tendría el trabajo?
¿Puedo dedicarle tiempo a mis hobbies, al ocio?
¿Me cuesta tomarme vacaciones?
Como terapeutas somos nuestro único recurso. Con lo cual, pensar y construir estrategias de autocuidado será fundamental para nuestra profesión.
¿Puedo ayudar a otros si no me cuido a mí mismo?
La respuesta puede parecer obvia pero es un gran desafío diario tenernos presentes a nosotros mismos.
Para ilustrar lo antedicho les propongo pensar en un vuelo en avión.
Antes de despegar se nos indican las normas y recomendaciones del vuelo. Una de estas indicaciones es la siguiente:
En caso de ser necesario colocáte primero a vos mismo la máscara de oxígeno y luego ayuda a otra persona.
En un vuelo real la razón es la Hipoxia; es decir, si quiero socorrer a otro primero lo más probable es que me quede sin aire y no pueda ni ayudar ni ayudarme.
En este caso particular, brindar atención en salud mental implica brindar un espacio emocionalmente seguro, de contención, de escucha, de herramientas. Gran desafío en tiempos difíciles ya que todos, terapeutas incluidos, estamos en el mismo barco, a travesando la misma incertidumbre, las alarmas constantes, el aislamiento, la pérdida de nuestros afectos y de nuestra vida tal como la conocíamos. Con lo cu á l se vuelve aún más categórica la importancia del autocuidado.
Para concluir y reflexionar, Si tu trabajo como terapeuta fuera un vuelo de avión, ¿Dónde crees que está ubicada la mascarilla?