Necesito que mi trabajo sea perfecto para quedar satisfecho”, “soy muy organizadx”, “pienso muy bien mis opciones antes de tomar una decisión”, “me avergüenza equivocarme”, “no suelo tomar decisiones inmediatas”, “el error es sinónimo de fracaso ”; entre otros pensamientos pueden ser aquellos que tengamos, respondiendo a la regla perfeccionista de nuestra mente .

Entre las múltiples definiciones que se encuentran en torno a este concepto, David Burns (1980) conceptualizó a las personas perfeccionistas como aquellos estándares de metas se encuentran más allá del alcance y la razón, por lo que se fuerzan de manera compulsiva y crónica a conseguir metas poco posibles. La consecuencia de ello, es que miden sus propios méritos en relación a su productividad y sus logros. Es así como, el perfeccionismo ha sido definido como la tendencia a establecer altos estándares de desempeño, en combinación con una evaluación excesivamente crítica de los mismos y una creciente preocupación por cometer errores.

Y en torno al mismo, existen tres tipos de estilos perfeccionistas:

  • Perfeccionismo orientado a uno mismo (tendencia del individuo a marcar estándares elevados autoimpuestos y asociados a una elevada autocrítica, que imposibilita la aceptación de errores y fallas).
  • Perfeccionismo asociado a los demás (orientado a exigir que los demás cumplan los estándares elevados personales).
  • Perfeccionismo prescrito socialmente (tendencia a presentar una creencia exagerada, de que los demás tienen expectativas imposibles de cumplir sobre uno mismo)

(Hewitt y Flett, 1990)

Independientemente del estilo que pueda adoptar la persona, se observa un patrón de comportamiento guiado por una excesiva preocupación por los errores, altos estándares personales (ya sea de tareas, metas y acciones), dudas en cuanto a pautas de actuación, necesidad de organización constante, así como también la posibilidad de haber recibido expectativas parentales altas en cuanto a su persona u lo contrario, excesivo criticismo parental.

En relación a este punto y en términos de principios del aprendizaje, resulta valioso indagar sobre la historia evolutiva personal, ya que podemos encontrar la adquisición de rasgos perfeccionistas en ciertas pautas conductuales, recibidas de nuestro contexto más cercano. De esta forma, puede haber sido:

  • A través de recompensa/refuerzo (por ejemplo, haber sido recompensado en ocasiones por ser perfeccionista)
  • Castigo (por ejemplo, haber recibido críticas por no esforzarme siempre al máximo en ámbitos educativos)
  • Imitación (por ejemplo, observar la conducta de otras personas e intentar hacer algo similar)
  • Información e instrucción (por ejemplo, el haber crecido en un contexto expuesto a un medio perfeccionista, conversaciones o cualquier otra forma de intercambio de información que propicie a la misma).

Las áreas proclives en las cuales el perfeccionismo se encuentra presente y comienza a interferir en dirección a metas valiosas de las personas son: el rendimiento laboral/educativo/académico, limpieza y estética, organización y orden, redacción, habla, apariencia física, salud e higiene corporal. En términos de conducta se puede observar: comprobación excesiva y búsqueda de certezas, repetir y corregir de forma constante, organización excesiva, dificultad en la toma de decisiones, en ciertos casos desidia, no saber cuándo parar, darse por vencido demasiado pronto, lentitud para actuar, dificultad para delegar, evitación o intentos de modificar la conducta de los demás (De rosa et al., 2012).

Cuando estas reglas de comportamiento, se rigidizan y la calidad de vida de las personas se encuentra afectada es importante contar con ayuda profesional para observar más de cerca este patrón de comportamiento.

Es por ello que, desde la terapia cognitivo conductual, se trabaja en pos de observar esos pensamientos e ir en búsqueda de una flexibilización de los mismos, propiciando formas de pensar alternativas y un modo diferente de relacionarnos con dichos pensamientos (De rosa et al., 2012).

De esta manera, se ayuda al consultante en primer lugar a identificar los pensamientos perfeccionistas: es decir, ante conductas perfeccionistas, puede ser útil en su caso hacerse las siguientes preguntas ¿Estoy pensando como una persona perfeccionista? ¿Qué me diría alguien en quien yo confío si le hiciera esta pregunta?  Luego, se enumeran posibles pensamientos alternativos: en este paso del tratamiento se ayudará a considerar creencias o pensamientos alternativos posibles ante las creencias perfeccionistas, identificadas en el paso anterior. Entre las preguntas que permiten una toma de perspectiva distinta a su pensamiento perfeccionista se encuentran las siguientes: ¿Cómo podría otra persona considerar esta situación? Si le preguntara a mi esposo, mi amigo, mi jefe, mi hija o a mi padre sobre esta situación ¿Cómo la verían o qué pensarían?  A continuación, se consideran las ventajas y desventajas de las creencias perfeccionistas identificadas y de los pensamientos ¿Cuál es la evidencia a favor y en contra de esta creencia? ¿Cuál es la evidencia a favor y en contra de su pensamiento alternativo: “No se puede ser perfecto en nada”? ¿Cuál es el efecto de mantener la creencia “Debo hacer todo a la perfección”? ¿Cuál es el efecto de modificar esta creencia?

En última instancia, se elige una manera más equilibrada o útil de considerar la situación. Lo importante, es lograr tomar contacto con estos pensamientos y creencias de una manera diferente, comprendiendo también que son solo pensamientos y no necesariamente la realidad y que a su vez también, perseguirlos tiene un costo para nuestras metas y nos aleja de aquellos valores de vida importantes para nosotros.

De esta forma, concluyo preguntándoles ¿Cómo se llevan con la perfección en sus días? ¿Qué tan posible es que podamos aprender a habitar el error como parte de la vida y motor de cambio? ¿Cómo te llevas con vos mismo cuando te equivocas?

BIBLIOGRAFIA

  • Antony, MM y Swinson, RP (2004). Cuando lo perfecto no es suficiente. Estrategias para hacer frente al perfeccionismo. Editorial Desclée de Brouwer.
  • Burns, DD (1980). El guión perfeccionista de la auto-derrota. Psicología hoy14  (6), 34-52.
  • De Rosa, L., Dalla Valle, A., Rutsztein, G. y Keegan, E. (2012). Perfeccionismo y autocrítica: consideraciones clínicas. Revista Argentina de Clínica Psicológica21 (3), 209-215.
  • Hewitt, PL y Flett, GL (1990). Perfeccionismo y depresión: un análisis multidimensional. Revista de comportamiento social y personalidad5 (5), 423.