La sociedad actual otorga un lugar especial y preponderante al valor que posee la propia búsqueda de libertad, felicidad y realización personal, así como también la búsqueda de perfección y el alto rendimiento. Desde temprana edad se aprende que para lograr la aprobación de los demás hay que cumplir con ciertos estándares. Además de las presiones externas, muchas personas también sienten la presión interna de rendir a un cierto nivel para lograr las metas personales.

Por otro lado, la educación en sentido amplio aplica de manera sistemática premios y castigos a los logros personales. Además, es frecuente que los padres corrijan a sus hijos cuando están aprendiendo a hablar o propicien la búsqueda de buenas calificaciones en la escuela.

En este contexto crear expectativas de alto rendimiento parece ser una respuesta posible y cada vez más común en la sociedad contemporánea. En algunos casos puede ocurrir que estas expectativas de desempeño se tornen estándares imposibles de lograr, lo que conlleva a evaluarse a uno mismo o a los demás de una manera implacablemente crítica.

Una primera definición de perfeccionismo la encontramos en el diccionario: tendencia a intentar perfeccionar o mejorar lo que se está haciendo. En términos clínicos hay autores que lo definen como la tendencia a establecer altos estándares de desempeño, a realizar una evaluación crítica de los mismos y como la preocupación por cometer errores (Frost, Marten, Lahart, & Rosenblate, 1990).

Querer incrementar el rendimiento o alcanzar elevados estándares de calidad no es lo mismo que ser perfeccionista. Es este persistente deseo de superar ciertas metas el que ayuda a rendir de manera efectiva en su entorno (M. Antony 2004). Teniendo en cuenta esto, se pueden diferenciar dos tipos de perfeccionismo, uno más adaptativo, en el cual, si bien hay estándares altos, la persona cuenta con confianza en sus propios recursos y en su capacidad para dar respuesta acorde a las demandas mediante un afrontamiento activo (Hampchek 1978); y otro más desadaptativo, donde se cuenta con los estándares son elevados, pero hay una gran discrepancia entre los estándares de desempeño y los logros percibidos. Por lo tanto, el miedo a fallar es más intenso y la autoevaluación dependerá exclusivamente del cumplimiento o no de dichos estándares (Hampchek 1978).

Según los autores canadienses Hewitt y Gordon, se pueden describir tres dimensiones del perfeccionismo, los cuales describen en una serie de artículos sobre este tema (Hewitt y Flett 1990; 1991a, 1991b); ellos son: el perfeccionismo asociado a uno mismo, el perfeccionismo asociado a los demás, y el perfeccionismo prescrito socialmente.

Perfeccionismo orientado a uno mismo:

Es la tendencia a autoimponerse estándares imposibles de lograr. Están vinculados a un alto nivel de criticismo que se basa en el cumplimiento o no de estos logros. La excesiva preocupación por cometer errores está asociada a una elevada ansiedad social y un temor a ser juzgado por otras personas. Suele ser un factor predisponente para la depresión. Conductualmente suele manifestarse en conductas de evitación que permite eludir la autocrítica.

Perfeccionismo asociado a los demás:

Este tipo de perfeccionismo define la tendencia a exigir a los otros que cumplan con altos e imposibles estándares. A este tipo de perfeccionistas a menudo les resulta difícil confiar en la capacidad de los demás para realizar las tareas. Suelen tener problemas con el manejo de la ira y dificultades interpersonales.

Perfeccionismo prescrito socialmente:

Este tipo de perfeccionistas se basan en la creencia de que los demás tienen altas expectativas sobre ellos que son imposibles de cumplir y que la aprobación social gira en torno al cumplimiento o no de estos estándares. Puede asociarse a sentimientos de ira, depresión o ansiedad social (Hewitt y Flett 1990).

Pasando en limpio, ser perfeccionista no es negativo cuando puede ayudar a hacer las cosas de una manera más que aceptable, y ser el motor de gratificación y autorrealización. Se convierte en un problema cuando el miedo al error y la posterior experiencia de autocrítica o evaluación negativa de otros son abordados en términos absolutos.