Frecuentemente escuchamos hablar de “emociones negativas, peligrosas” o hacemos la distinción entre “buenas y malas emociones”. La realidad dista mucho de esta concepción, y esto podría deberse a que se encuentra influida por una sensación de incomodidad o malestar, mental y corporal. Veamos que son las emociones para poder pensarlas como aliadas o enemigas.

Todos los seres vivos somos el resultado de un desarrollo y evolución histórica. Es decir, fuimos desarrollando funciones y sistemas complejos, tanto fisiológicos como mentales para poder adaptarnos al medio y sobrevivir. El ser humano por su parte, ha desarrollado cerebrales específicos que han permitido algunas funciones como el lenguaje. Esto nos abrió la posibilidad de generar una comunicación compleja con otras personas, crear nuestras propias herramientas, desarrollar tecnologías, adaptarnos y sobrevivir en cualquier ecosistema. (Hernández Pacheco 2017). Esto es lo que conocemos como cognición y es una característica que no compartimos con ninguna otra especie animal.Pero si compartimos algunas estructuras y funciones cerebrales con otras especies. Con los reptiles, por ejemplo, compartimos circuitos que regulan la reproducción y la alimentación; y con los mamíferos compartimos la presencia de emociones que nos permiten cuidar a nuestros hijos, ser sociales y modular en mayor o menor medida nuestras acciones (Hernández Pacheco 2017).

Frente a esta situación, los seres humanos debemos procesar la información del medio en dos niveles: uno emocional, que compartimos con otros mamíferos, pero, y en este punto es donde se complejiza, también en un nivel cognitivo, es decir de pensamiento. Ninguna otra especie puede leer un libro, realizar operaciones matemáticas, pero si pueden sentir emociones como miedo o apego.

Las emociones van a regular gran parte de nuestro comportamiento y nuestros pensamientos. La palabra emoción proviene del latín emotivo que significa «movimiento o impulso», «aquello que mueve hacia». Todas las emociones, aunque se sientan incomodas, nos dan información sobre lo que pasa a nuestro alrededor y nos ayudan a accionar en función de eso, a responder. Nos permiten gobernar, dirigir nuestro mundo y a motivarnos a hacer cosas que son útiles en función de nuestra supervivencia (Barlow 2019).  Gracias a las emociones, hemos ido sobreviviendo y evolucionando, es decir, somos lo que somos gracias a ellas.

Paul Ekman, un psicólogo que ha dedicado su carrera al estudio de las emociones, postuló en 1972 seis emociones básicas: ira, alegría, sorpresa, asco, tristeza y miedo. Por otro lado, también describió las emociones secundarias, las cuales son más complejas, se dan por combinación, aprendizaje y condicionamiento, por ejemplo, el orgullo o la culpa. Veamos algunos ejemplos de cómo las emociones motivan nuestra conducta y promueven la adaptación.

El miedo funciona como un sistema natural de alarma, responde frente al peligro y nos indica que debemos actuar de inmediato.  Por ejemplo, si vamos caminando en una calle a oscuras, y sentimos un ruido muy fuerte, el miedo será la respuesta adaptativa para ponernos en acción y así poder responder mediante la huida o el enfrentamiento. Sentiremos palpitaciones porque nuestro corazón generará flujo sanguíneo hacia a nuestros músculos en las piernas para poder correr con más velocidad. De ahí la frase que se escucha frecuentemente en algún relato: “no sé dé donde saque fuerzas, pero corrí como nunca en mi vida”. (Bueno tenemos la respuesta, eso fue gracias al miedo).

Por otro lado, encontramos a la tristeza/depresión, una de las emociones más rechazada, pero que tiene una función muy importante para nuestra vida. Frente a una pérdida de algo o alguien, o un conflicto personal sin solución obvia, nos indica que debemos aislarnos, y así reducir la actividad para poder comenzar un proceso de duelo (Barlow 2019). De este modo podremos trabajar en nuestros recursos de afrontamiento y procesar esta situación de manera eficaz y eficiente. También funciona como una señal social de pedido de ayuda, con el objetivo de obtener el apoyo y compañía de otros.

La ansiedad es otra emoción rechazada. Sin embargo, es muy importante ya que es un estado orientado al futuro, cuyo objetivo es prepararnos para hacer frente a sucesos negativos o peligrosos (Barlow 2019). Cuando estamos frente a una incógnita, una situación misteriosa o de incertidumbre, la ansiedad es un sistema que nos prepara mental y corporalmente para poder resolver esa situación de la mejor manera. Entramos en un estado de vigilancia y preparación. Por ejemplo, necesitamos de la ansiedad para presentarnos en un nuevo trabajo, realizar una exposición frente a un grupo, conocer gente nueva, es decir, para resolver situaciones que demandan atención y preparación.

La ira, aunque tiene mala reputación, es una respuesta natural frente a una situación en la que nos sentimos vulnerables, donde nos tratan mal. La función que tiene es aumentar nuestra actividad para poder defendernos a nosotros mismos o a un ser querido. Es una emoción muy importante ya que nos prepara para defendernos en una situación que percibimos como potencialmente peligrosa.

En estos ejemplos vemos como las emociones cumplen funciones muy importantes en nuestras vidas. Lo importante es poder identificar en qué momento se vuelven desadaptativas y dejan de cumplir esa función, es decir, nos alejan de lo que es realmente importante para nosotros.

¿Cuál es la dificultad entonces? ¿Por qué a veces incomodan tanto y se sienten de manera tan intensa y en situaciones en que no nos ayudan? Como dijimos al principio, los seres humanos procesamos en dos niveles la información del medio: uno emocional y uno cognitivo de pensamiento. En este sentido a veces podemos interpretar situaciones como peligrosas cuando en realidad no lo son, y nuestro sistema emocional responde de la misma manera que lo haría frente a un peligro real.  Esto se debe a la característica que nos define como seres humanos y que hemos mencionado al comienzo: el lenguaje. Es una gran ventaja evolutivamente hablando, pero también aporta la complejidad y capacidad de generar sufrimiento.

Estas interpretaciones dependen de la historia de aprendizaje de cada persona y de variables psicológicas y contextuales. Por ejemplo, una persona que en su infancia fue mordida por un perro, puede haber aprendido que los perros son peligrosos. Por lo tanto, eso, sumado a otras variables, cuando vea un perro, o escuche hablar de perros, existirá la posibilidad de que sienta miedo sin que exista un peligro real.

Es importante también saber que las emociones son transitorias, se encuentran en estado de reposo, se activan frente a una situación y luego vuelven al original estado de reposo, haciendo una curva. Esto significa que por más incomodas que sean, hagamos o no hagamos nada al respecto, van a alcanzar una intensidad máxima y comenzar a bajar

Las investigaciones actuales evidencian que intentar controlar excesivamente las experiencias emocionales, paradójicamente incrementa su intensidad. Esto podría desencadenar un círculo vicioso de aumento de excitación fisiológica y emocional, que daría lugar nuevamente a intentos fallidos por eliminar la emoción, y así iría contribuyendo al malestar e incomodidad psicológica (Barlow 2019).

Desde el modelo de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) se propone la aceptación del sufrimiento como inherente de la naturaleza humana. No una aceptación pasiva, sino que nos permita abandonar la lucha contra los pensamientos y emociones, para poder generar acciones en dirección a nuestros valores, y de ese modo construir una vida valiosa.

Es cierto que actualmente vivimos en una sociedad compleja, donde nos vemos acorralados de información (y desinformación), el cual promueve la censura de cualquier experiencia emocional, y califica de negativa cualquier sensación relacionada con lo emocional. El gran desafío es la aceptación del sufrimiento como parte de nuestra esencia, y la conexión con aquellos valores, para actuar en función de ellos.

 

Bibliografía

  • Barlow, D. (2019). Protocolo unificado para el tratamiento transdiagnostico de los trastornos emocionales. Editorial Alianza.
  • Hernández Pacheco, M. (2017). Apego y psicopatología: la ansiedad y su origen. Desclee de Brouwer.