La desesperanza aprendida, llamada también indefensión aprendida  fue descripta por  Bruce Overmier  y  Martin Seligman en 1967. Ambos demostraron que los perros que eran expuestos a choques eléctricos inescapables fracasaban después en aprender a escapar de shocks en una situación diferente. Seligman y Maier señalaron luego que este efecto de deterioro del aprendizaje de la respuesta de escape-evitación era debido a la incontrolabilidad de los shocks originales.

El experimento se realizó con un diseño tríadico:

1. Un grupo de perros que cuando recibieron shocks eléctricos pudieron escapar de los mismos.

2. Un grupo de perros que no tenía salida ni escapatoria de los shocks eléctricos.

3. Un grupo control que no recibió shocks eléctricos.

El experimento se realizó en dos fases.

En la primera fase, el primer grupo de perros es puesto en una caja de vaivén, una cámara de dos compartimientos, en la que cuando los perros saltaban una barrera, pasaban al otro lado de la caja y terminaba la descarga. El salto también impedía los shocks eléctricos si se daba antes de qué éstos se produjeran.

Cuando se coloca a un perro en la caja de vaivén, al comenzar la primera descarga éste corre frenéticamente, hasta que accidentalmente pasa sobre la barrera y escapa de la descarga. En el segundo ensayo, el perro cruza la barrera más rápidamente, llegando a escapar eficazmente en pocos ensayos y aprendiendo luego a evitar la descarga totalmente.

Al segundo grupo se les da shocks eléctricos pero sin que tengan manera de escapar de los mismos.

El grupo control no pasa por estas situaciones.

En la segunda fase, todos los sujetos son puestos en las cajas con posibilidad de escape. Como resultado se observa que dos de los tres grupos de perros se escapan de las consecuencias aversivas.

Sin embargo, los perros que habían recibido descargas inescapables mostraban un patrón de comportamiento diferente. Las primeras reacciones a la descarga fueron similares al otro grupo, corriendo desenfrenadamente. Sin embargo, luego se quedaban quietos, se tumbaban y comenzaban a gemir suavemente. Estos perros no escapaban en los futuros ensayos.

¿Qué tiene que ver esto con la conducta humana?

Como humanos, tendemos a estudiar cautelosamente las consecuencias de nuestras acciones, desechando las conductas que desembocan en consecuencias negativas y repitiendo las que llevan a consecuencias positivas.

El recién nacido llega al mundo en un estado de total indefensión y va aprendiendo progresivamente a controlar los acontecimientos de su entorno. Sin embargo, hay situaciones adversas de la vida -maltratos repetidos, abusos sexuales, bullying, muertes repentinas y otras situaciones traumáticas- que son vividos por los sujetos como incontrolables. Estos sucesos pueden enseñar que cambiar su realidad no está en sus manos. Justamente, aquí se da la indefensión, que es el estado psicológico que se produce cuando los acontecimientos son vividos como incontrolables,

Un acontecimiento es incontrolable cuando no podemos hacer nada para cambiarlo, cuando hagamos lo que hagamos siempre ocurrirá lo mismo. Como consecuencia de esta incontrolabilidad se manifiesta una amplia variedad de perturbaciones conductuales, cognitivas y emocionales. Las personas, como los perros, se vuelven pasivas frente a las situaciones, siendo incapaces de resolver problemas sencillos.

Las pruebas experimentales muestran que cuando un organismo ha experimentado una situación traumática que no ha podido controlar, su motivación para responder a posteriores situaciones traumáticas disminuye. Es más, aunque responda y esta respuesta logre liberarlo de la situación, le resulta difícil aprender, percibir y creer que aquello ha sido eficaz. Además su equilibrio emocional queda perturbado con índices de ansiedad y depresión.

¿Qué sucede si un niño recibe castigo físico independientemente de su conducta?

Supongamos que un niño es víctima de un padre o una madre violenta o con desregulación de emociones, que lo castigan independientemente de su conducta. Este niño además vive estas situaciones como impredecibles e incontrolables. Con los años tenderá a interpretar y explicar los eventos importantes como fenómenos independientes de la propia conducta, tomando una actitud pasiva frente a la vida. Ésta podría ser la semilla de la depresión.

¿Qué puede hacer la terapia Cognitiva Conductual por estas personas?

La terapia cognitivo conductual, a través de sus técnicas aplicadas de manera gradual ayuda a estos sujetos a tomar el control de sus vidas. De este modo, se van estableciendo objetivos sencillos en un principio para que las personas puedan llevarlas a cabo. De manera gradual ya medida que el sujeto va logrando lo establecido se van complejizando estos objetivos. Así, la persona va aprendiendo que tiene el control de ciertas situaciones de su vida y va adoptando una actitud más activa hacia la misma, cambiando su comportamiento, sus cogniciones y emociones.