El monje Zen Daisetsu Suzuki decía que la meditación nos permite ver lo extraordinario en lo completamente ordinario de la vida. Y doy Fe de esto.
Hace muchos años atrás en una cena compartida con colegas amigos, dos de ellos contaban muy entusiasmados que habían participado de un programa de meditación y que la experiencia había sido muy profunda y emocionante. Y como suele pasar cuando algo te interesa, la mirada y el oído se inclinaron a esa parte de la mesa… Lo que siguió fue un cuestionario de preguntas de mi parte que fueron contestadas con mucha paciencia y detalle por mis amigos.
Algo cambio en mí después de esa charla, evidentemente las prácticas de yoga que yo ya practicaba desde hacía años, venían haciendo su efecto en mi manera de pensar y sentir algunas cosas, pero todavía no encontraba algo que también pudiera amalgamarse en mi trabajo, algo que me ayude y ayude a los demás.
Recuerdo ese primer día viajando en el colectivo un poco nerviosa y expectante hacia el lugar donde haría la primera clase del MBSR (Programa de reducción de estrés basado en Mindfulness), realmente no sabía muy bien con que me iba a encontrar.
Durante ocho semanas practique meditación, en el lugar y en mi casa, sentada, acostada, caminando, en grupo, sola. Durante ocho semanas fui sintiendo como los conceptos de la practica meditativa iban dejando marcas en mí. Como por ejemplo el deseo de frenar en el día, de hacer pausa y sentir la respiración. Esto se iba incluyendo lentamente a mis hábitos cotidianos.
Aprendí que Mindfulness es la traducción al inglés de la palabra Sati, que en la lengua Pali sería algo así como “toma de conciencia, visión clara, atención desnuda” pero la más usada es “Atención plena”, aunque últimamente también se usa mucho una traducción que a mí me encanta y es “Conciencia encarnada”.
¿Pero de que se trata? Practicar atención plena es entrenar la capacidad de “Prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación. Sin juzgar”. Y puede entrenarse con meditaciones formales o con practica informal, es decir tratando que en cosas cotidianas de la vida como caminar, comer, ducharnos, jugar con nuestros hijos, etc. estemos presentes y conectados a lo que estamos viviendo en el momento.
Desactivamos el “piloto automático” en el que nuestro modo mental suele estar, y trabajamos el pasar la mente a un modo más consciente de estar en la vida, el modo contemplativo, el modo SER. De repente nos sorprendemos de que comer con atención plena puede ser una experiencia más vívida y el gusto del alimento se siente más. Nos sorprendemos yendo más lento a todos lados o por lo menos, nos damos cuenta que estamos acelerados y nos frenamos. Nos volvemos más curiosos de lo que siempre estuvo ahí y no vimos: Un atardecer, una sonrisa, un perfume, una emoción que casi siempre pasaba desapercibida, un pensamiento que antes era tan acelerado que se hacía casi invisible. Nos empezamos a ver a nosotros mismos y lo increíble es que lo único que hizo falta para tremendo insight fue frenar unos minutos, hacer pausa, llevar mi atención a un ancla (la respiración, el cuerpo, alguno de los sentidos) y permanecer, trayendo con amabilidad mi atención al ancla cada vez que ella se va. Si mi atención se va mil veces, mil veces la puedo traer.
Después de ese programa vinieron, más cursos, formaciones y retiros para profundizarlo en mí y para incorporarlo al trabajo. El Mindfulness me hacía tan bien y me ayudaba tanto que quería compartirlo con mis pacientes. En el camino conocí grandes maestros y grandes personas, me hice amigos. Este año particular de pandemia y cuarentana, pasó algo maravilloso. En una comunidad de meditación Mindfulness en la que compartimos la práctica, una mañana nos honró con su guía el más grande referente de Mindfulness: Jon Kabat Zinn.
Este gran hombre, de sonrisa luminosa y una humildad que emociona, es biólogo molecular, profesor emérito de Medicina en la Universidad de Massachusetts y allí por el 1979 integró sus conocimientos de ciencia con sus conocimientos personales de practica meditativa budista – zen dando origen a la técnica de Reducción de Estrés basada en Mindfulness. Programa que se replicó en todo el mundo y que dio lugar a muchísimas investigaciones científicas, que hoy se traducen en un tipo de Neurociencia, la “Contemplativa”.
La medicina mente – cuerpo tiene un lugar privilegiado para el Mindfulness y la psicología no es la misma desde que el Mindfulness surgió.
Y volviendo a ese viaje en colectivo donde tendría mi primera experiencia de meditación y donde (como suele suceder con las grandes decisiones que tomamos) nada fue igual después…
En gran parte creo que nada fue igual porque el mindfulness me permitió cultivar (entre otras cualidades) la “espaciosidad” de hacerle lugar a todo lo que aparezca “sin juzgar” y con aceptación. Y además porque mantener encendida la llama de la atención plena me permitió como dice Suzuki “ver lo extraordinario en lo completamente ordinario de la vida”. Hoy digo convencida que practicar mindfulness me ayuda a “ver” mejor. Y que no importa cuánto me vaya con la “distracción”, siempre se puede volver…