Reconociendo como el aislamiento social puede influir en la alimentación.  

No resultaría una novedad si dijéramos que la  pandemia en la que nuestro país se ha visto involucrado desde marzo de este año, puede haber traído importantes cambios-y consecuencias- en más de un plano,  físico, mental, y hasta espiritual, por nombrar solo algunos.

Un tema que hoy nos resulta de interés, por contemplar más de una vertiente de nuestro estado de salud, es la alimentación. Afortunadamente, es un tema que suele estar bajo la atención de la mayoría de las personas, y en el último tiempo más aún, haciendo importante hincapié en el aumento de peso percibido en diferentes grupos etarios.

La Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) ha realizado una encuesta en que el 56, 9 % de los argentinos admitió haber subido de peso durante el periodo de cuarentena.

Preocupa pensar en los efectos que el exceso de peso puede llegar a ocasionar en el estado general de la salud. ¿Cuáles podrían ser algunas de las posibles razones por las cuales se da este fenómeno?

¿Será el denominado “hambre fisiológico”? recordamos algunas características del mismo:

  • Se puede percibir en el estómago a causa de una necesidad física.
  • Aparece poco a poco cada 3 o 4 horas.
  • Es saciada luego de la ingesta.
  • Por lo general se disfruta de la comida y se genera una sensación de tranquilidad y satisfacción después de comer.

No parecería muy acertada la conjetura de que el aumento de peso, se haya debido a una conducta alimentaria de este tipo.

Una alternativa más poderosa podría ser, el sedentarismo, el hecho de no asistir a gimnasios, clubes, por el tiempo en que estuvieron estas actividades restringidas, o el simple hecho de no gastar la misma energía que antes, de caminar hasta el trabajo, subir o bajar escaleras en sitios de la anterior cotidianeidad, etc., pueden relacionarse con esto.

En otras ocasiones quizás afecte la disponibilidad de alimentos, por hacer compras de stockeo -y no siempre de alimentos sanos-  que sumada a la permanencia en casa durante todo el día, facilita el acceso, situación que puede no haberse presentado previa a la cuarentena.

Además, algo que este confinamiento nos ha acercado es el valor por aquellas actividades que se puedan realizar en casa, como cocinar, ver televisión, juegos de mesa y más, que en muchos hogares, estimulan la conducta ingestiva excesiva.

Sumado a este panorama, aparece el  “hambre emocional”:

  • Surge de manera repentina e impaciente.
  • Se dirige a un tipo específico de comidas.
  • Se relaciona con elecciones automáticas y distracción al comer.
  • A pesar de obtener saciedad se continúa comiendo.
  • Podría presentarse un sentimiento de culpabilidad posteriormente a comer.

Y es que el contexto actual, puede llegar a generar diferentes emociones que sirvan de motor para satisfacer el hambre emocional. Una de las emociones que más vigente está en este tiempo es la ansiedad. Justamente, emoción que se puede dar por 3 razones: incertidumbre, el contexto desconocido o percibido como amenazante y la disminución de confianza en sí mismo. Todos motivos, que esta pandemia realza y podría estar haciendo entrar en juego al hambre emocional. Muchas veces, podríamos estar buscando comida, cuando en realidad se busca la sensación placentera que la misma puede ofrecer. Más aun considerando que hoy en día las gratificaciones se han visto modificadas o en algunos casos, negadas: no se puede realizar reuniones sociales, deportes, hobbies, viajes, etc. como se hacían anteriormente. Y aquí es donde la comida puede llegar a brindar un recurso de alivio.

La disfuncionalidad en esto, puede residir en que estas acciones van conformando una secuencia, que se va grabando en la mente, generando un circuito que se repite, hasta volverse un hábito. Entonces, puede llegar a suceder que cada vez que se viva cierto estado emocional, la mente nos haga recurrir a la comida, en busca de calma.

Por esto, la propuesta en esta oportunidad será reflexionar, si comemos motivados por el hambre fisiológico, o emocional. Probablemente, más de una vez, se deba a este último. Y de ser así, ofrecemos algunas sugerencias para poder tratar el tema:

  • Detectar el “impulso” de comer e intentar posponerlo.
  • Realizarse una simple pregunta: ¿hambre o sed? En ocasiones podemos llegar a confundirlas, la recomendación es probar beber agua, infusiones, e intentar diferenciar la necesidad.
  • Considerar que si lo que buscamos es placer, realizar alguna acción placentera ayudara: lectura, escuchar música, televisión, conversar con alguien, realizar manualidades, son actividades que ayudaran a encontrar esa agradable sensación que necesitamos.
  • Sostener una buena higiene de sueño, también contribuye para una metabolización adecuada de los alimentos.
  • Planificar un menú semanal o quincenal, que oriente a la hora de ir de compras o cocinar.
  • Tener a disposición alternativas saludables: si las ganas de comer aparecen y son muy difíciles de quitar, elegir opciones saludables será mejor opción. Productos hipocalóricos, recetas caseras, productos que contengan buenos valores nutricionales.
  • Contar con una rutina estable en las comidas, con horarios, porciones adecuadas, sin ayunos prolongados y con conciencia en el momento de comer. Y aquí sugerimos considerar la Alimentación consciente o El mindful eating. Quizás durante la cuarentena se pueda estar dando más la situación de comer automáticamente, frente a la computadora, televisión, con cierto apuro, sin prestar atención al momento o hasta estando “ausentes”. Y esta falta de atención, podría influir notablemente.

Algunas sugerencias  para poder llevar a cabo la atención plena a la hora de comer:

  • Ser conscientes del momento actual de cuarentena, es decir, estar atentos al tiempo presente. Considerar las emociones y pensamientos propios de ese instante.
  • Escuchar al cuerpo, identificar cuando tenemos hambre, cuando estamos satisfechos. Es importante considerar que no es necesario quedar lleno, empalagado, de una manera incomoda, sino reconocer señales, tener en cuenta que si sobrara comida, se puede guardar y comer en otra oportunidad.
  • Descubrir la comida a través de los sentidos, vista, gusto, olfato, ver cuál de estos despierta.
  • Identificar cuáles son las posibles distracciones previas a comer, y alejarlas. Celular, televisión, etc. Tratando de sostener la atención lo más plena posible, considerando hasta donde se está comiendo, silla, mesa, posición.

Para finalizar, pero no por ultimo menos importante, el hambre emocional se podría tratar de manera muy efectiva gestionando nuestras emociones. Si se percibe que en la cuarentena hay malestar emocional, no pasarlo por alto, sino aceptarlo y comprometerse con la mejora.

  • Terapia cognitiva conductual
  • Yoga, meditación y mindfulness, recursos que han demostrado su capacidad para encontrar la calma.
  • Técnicas de respiración. Conectarse con la respiración, renovar el oxígeno.
  • Luchar contra el sedentarismo, generar al menos un cambio, bailar, saltar en el lugar, subir y bajar escaleras.
  • Si no se cuenta con hobbies para hacer en casa, incursionar en ellos, acuarelas, tejidos, rompecabezas., etc.

La cuarentena puede ser un buen momento dependiendo de la perspectiva. Una gran chance para revisar la flexibilidad de nuestros pensamientos y creencias, y en lugar de sostener una actitud pasiva, a la espera del final de este periodo para comenzar con buenos hábitos de alimentación, apropiarnos de este momento, encontrando la oportunidad de mejorar hoy, comenzando por ser conscientes de ésta y de los primeros pequeños pasos que pueden acercar al bienestar.