El perfeccionismo es una actitud de la que se suele hablar con frecuencia; en algunas ocasiones con connotación positiva, visto como algo destacable y necesario para el éxito en diferentes ámbitos, y en otras circunstancias, donde éste se vuelve excesivo, como negativo…Pero, ¿qué es?

El perfeccionismo, se describe como un rasgo de la personalidad, que manifiesta cierta disposición para mejorar, y cuyo origen puede relacionarse a múltiples causas (herencia, aporte del ambiente). Se ha definido como una “tendencia a establecer altos estándares de desempeño en combinación con una evaluación excesivamente crítica de los mismos y una creciente preocupación por cometer errores” (Frost, Marten, Lohart &Rosenblate, 1990).

Quienes detecten esta característica en su personalidad, podrían estar percibiendo su especial influencia en la situación actual. Contexto de pandemia de COVID-19, al que se suma la cuarentena, un término que se utiliza para asignar un periodo de tiempo no especifico, para evitar el riesgo y propagación de una enfermedad, y que considerando la vertiente psicológica, puede generar relativa desorganización.

Y es que la dinámica de cada hogar, se ha visto modificada. Los niños, niñas y adolescentes no asisten a las instituciones educativas, ni actividades extras, los adultos cambiaron su rutina diaria, compromisos sociales y laborales.

Para la gran mayoría, el trabajo se ha trasladado a casa, intentando cumplir mismos horarios y tareas, pero en un nuevo entorno. Donde se trabaja en un espacio compartido con el grupo de convivencia, que muchas veces es reducido y no se encuentra dispuesto cómodamente como sucedía en una oficina o consultorio (escritorio, insumos, iluminación, etc.), donde los ruidos del ambiente pueden llegar desconcentrar y /o entorpecer el desarrollo de las tareas laborales. Si se utiliza la conexión a internet para la labor, puede que esta no sea tan eficiente como la que se tenía previamente en el sitio de trabajo, y si se realizan videollamadas para una  comunicación fluida con compañeros, colegas, puede que cueste cierto esfuerzo garantizarla y que se transforme de alguna manera este espacio privado del hogar en un espacio público, que se muestra a través de la cámara.

En otros casos, aunque se asista al lugar de trabajo, el mismo, según ciertos testimonios, no se vivencia de la misma forma que antes de la pandemia. En la actualidad, la atención que los protocolos de cuidados merecen, puede ejercer cierto estado de alarma, que no permite la distención en el clima laboral, pudiéndose agregar además, la preocupación por el contagio, que algunas veces,  puede dar lugar a la ansiedad.

Además de estos cambios en la cotidianeidad, aquellos espacios de dispersión, que antes permitían la desconexión con la exigencia diaria, se encuentran en pausa. Las actividades recreativas fuera de casa, los eventos familiares, sociales que equilibraban esa “actitud perfeccionista” con nuestros compromisos, se encuentran aplazadas.

Ofrecer el panorama de la situación que gran parte de la población se encuentra transitando podría contribuir a poner de manifiesto la dificultad de mantener una actitud perfeccionista. ¿Cómo sostener “altos estándares de desempeño” cuando este desempeño puede encontrarse profundamente influido por el contexto actual, sin posibilidad de ejercer control? Aquí es donde resultaría de suma  importancia poder realizar una distinción entre un estilo de perfeccionismo adaptativo de uno que no lo es.

En el primero, estos altos patrones de actuación, se presentan en conjunto con una baja discrepancia, es decir, una observación de distancia corta entre estos. Además, la motivación está dada por el deseo de mejorar, y afortunadamente, la renuncia a la tarea puede presentarse  si aparecen consecuencias adversas.

En cambio, el perfeccionismo desadaptativo o disfuncional, exhibe altos estándares y alta discrepancia, es decir, mucha distancia entre lo que se propone y lo que se consigue. Donde la autoexigencia depende solamente del cumplimiento o no, de los estándares, manifestando hiperresponsabilidad, e ideas rígidas sobre la forma en que se debería llevar algo a cabo.

En estos casos, la motivación viene dada por el miedo al fracaso, perjudicándose la autoconfianza y la valoración propia. Se evitan cosas nuevas, pueden llegar a verse afectadas las relaciones interpersonales y el pensamiento se vuelve cada día más dicotómico (del tipo todo-nada). Este perfeccionismo, se ha relacionado, con trastornos más complejos, como la ansiedad social, depresión y trastornos de alimentación (los cuales que podrían aumentar notablemente durante el periodo de confinamiento).

Es importante que al identificarse con este tipo de perfeccionismo, en un momento tan especial como el del aislamiento social, se considere la reflexión y tratamiento de:

  • Reconocimiento de aquellos pensamientos que presentan distorsiones en la base de esta actitud.
  • La refutación y disminución de estos pensamientos catastróficos sobre cometer errores para poder reemplazarlos por otros pensamientos más realistas y funcionales.
  • Cambio de perspectiva sobre los hechos que generan malestar, donde se manifieste mayor flexibilidad, autocompasión y comprensión con uno mismo.
  • La obsesión sobre los resultados, para poder ceder lugar a la dedicación, y la posibilidad de aceptarlos, considerando la capacidad de control que se podría tener de los mismos.

Así es que el perfeccionismo puede ser adaptativo, siempre y cuando se considere su intensidad, y por sobre todo, el contexto al que se debe adaptar. Un contexto que por nuestros días, es incierto, pero que precisa de calma y confianza.