A lo largo de la vida las personas experimentamos situaciones que nos llevan a pasar momentos de tristeza, de duda o de cuestionamiento personal. El dolor que uno puede sentir cuando se pierde a un ser querido, la desesperación por problemas laborales o académicos, el desánimo que nos produce un encuentro fallido, constituyen reacciones psicológicas normales ante una circunstancia difícil que nos toca transitar. Sentir esta variedad de emociones, así como los correlatos a nivel del pensamiento (como tener pensamientos negativos) y de la conducta (dificultad para dormir o pasar por periodos de llanto) no significan necesariamente que uno se encuentre atravesando una depresión.

Sin embargo, cuando la tristeza y el sufrimiento se hacen muy profundos e intensos y se acentúan a medida que pasan los días, volviéndose tan importantes que uno se siente enlentecido o paralizado, es necesario que les prestemos más atención.

Para el diagnóstico de depresión es necesario que dichas emociones estén presentes de forma casi continua durante un período superior a dos semanas (estén o no presentes los sucesos que generan tristeza). Además de la mayor duración, resulta fundamental que causen malestar importante en una o varias áreas de la vida (social, familiar, laboral), interfiriendo en el desempeño del día a día.

De pronto actividades habituales como levantarse, ir a trabajar o disfrutar de algún pasatiempo se vuelven difíciles de realizar. Junto a esto, aparecen sentimientos de inutilidad y desesperanza que se cristalizan en la idea de que no hay posibilidad de hallar la manera de mejorar la situación. El cansancio frecuente e intenso acompaña a una gran dificultad para tomar decisiones, por más sencillas que parecieran. El cuadro se completa con otros síntomas como dormir poco o demasiado, incapacidad de concentrarse, pérdida o exceso de apetito y falta de deseo sexual. En algunos casos, se pueden llevar a cabo autolesiones o intentos de suicidio.

Aprender a detectar las señales de un episodio depresivo facilita el poder tomar la iniciativa de acudir a un profesional para prevenir un empeoramiento de la enfermedad. La depresión no indica debilidad ni una condición de la cual uno pueda decir “ya está, me voy a poner bien” y liberarse de ello por voluntad propia. Sin tratamiento los síntomas pueden prolongarse por semanas, meses y hasta años.

La mayoría de las personas que padecen depresión pueden mejorar con un tratamiento adecuado. El diagnóstico certero, junto con una psicoterapia y, si es necesario medicación, pueden ayudar a que la persona recupere el bienestar psicológico, evitando las recaídas.

La Terapia Cognitivo Conductual (TCC) es uno de los tratamientos psicológicos más recomendados, principalmente porque cuenta con una extensa variedad de investigaciones científicas que han demostrado su eficacia y beneficios a corto y largo plazo. Resumiendo, se puede decir que consta de un tratamiento estructurado y centrado en el presente, de duración limitada y enfocado en enseñar a los pacientes cómo poder resolver sus problemas. El horizonte se encuentra puesto en poder mejorar la calidad de vida de las personas con depresión, y de que adquieran herramientas para poder vivir su vida de la manera más valiosa posible.

 

La Lic. Natalia Solange Díaz integra el equipo de trabajo de Habilidades para el Cambio. Es psicóloga cognitivo conductual y se encuentra finalizando la residencia en el Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú.