En los talleres de Mindfulness siempre cuento que una vez camine tres cuadras con “la bolsa de la basura en la mano” y más allá de que esta anécdota cumple con la premisa de entretener a los participantes y hacer más ameno el taller, fomentando el espíritu de humanidad compartida. Esa situación me dejo pensando… y las preguntas son siempre bienvenidas cuando tenemos ansias de conocernos. ¿Qué hace que uno quede en piloto automático? ¿Cómo es posible que camine tres cuadras sin darme cuenta que llevaba algo en la mano? ¿En dónde estaba mi mente en ese momento? ¿De qué manera quedaron tan desconectados mi cuerpo y mis sensaciones? La risa compartida, da lugar a que todos empaticen y cuenten alguna historia de sus automatismos.

Pero ¿qué es estar en automático? Es estar comandado por un estado mental en el que actúa sin intención consciente o sin conocimiento de la percepción sensorial del momento presente. Muchas veces esto resulta práctico para nuestra vida diaria porque nos permite ahorrar energía, optimizar tiempos y hacer varias tareas simultáneamente. Por ejemplo, mientras lavo los platos en automático, hablo por videollamada con mi mamá y la ayudo a hacer la tarea a mi hija.

¿Pero qué pasa cuando esto ocurre todo el tiempo? ¿Cuándo el automático va cayendo sobre todo lo que hacemos y, peor aún, sobre lo que sentimos? Lo que sucede es, que nos desconectamos.

Una paciente me contaba que está tan ocupada con su nuevo trabajo que pareciera que sus días se han vuelto monotemáticos… “como mi almuerzo sin darme cuenta que estoy comiendo”, “me ducho pensando en lo que tengo que hacer” y lo que más la preocupa es que mientras comparte tiempo con su novio, no está ahí… Está en su agenda, en sus pendientes, en el futuro o en el pasado. Pero he aquí la cuestión: LA VIDA SIEMPRE, SIEMPRE ES EN EL PRESENTE.

El modo mental de la mente en piloto automático es el «modo hacer». Aquí la conexión es con el futuro y el pasado, ya que aquí la mente está constantemente analizando, planificando, etiquetando, juzgando, interpretando la realidad. Es decir “la mente en modo hacer se encuentra siempre pensando orientada a la consecución de una meta”. Por ejemplo: seguramente cuando saque la basura mi objetivo era llegar a la casa de mi amiga lo antes posible, con lo cual no estaba atenta a la bolsa que llevaba en la mano y menos al cesto que estaba en mi vereda.

El “modo hacer” nos obliga a estar mucho tiempo en nuestra cabeza, sin prestar atención a nuestro alrededor. Los pensamientos entonces cobran una importancia desmedida, se vuelven muy reales, se vuelven verdades literales y nuestro queda reducido a nuestra cabeza.

Esto es como si de nuestra casa, solo usáramos una habitación. El resto de los ambientes allí disponibles no fueron tomados en cuenta y nuestra realidad terminaría siendo solo aquello que ocurre en esa habitación. ¡Qué pobre se vuelve la vida cuando no podemos estar conectados con todo lo que ella ofrece! La paleta de colores se reduce a algunos pocos, nos perdemos muchos matices que también existen pero que no notamos.

En este contexto de situación se vuelve imprescindible poder alternar nuestro modo mental al “modo ser”. Aquí la contemplación juega un papel importante, porque se hace contacto con el presente y la experiencia directa. Los sentidos se incluyen como receptores de lo que ocurre alrededor (de la piel para afuera) y lo que me sucede de la piel para adentro. Esta actitud de «estar abierto» a la experiencia con curiosidad y aceptación de lo que surja, nos ayuda a enriquecer nuestra vida, registra más matices de colores, habitamos más lugares de la casa.

En resumen, cultivar el “modo ser” nos vuelve más conscientes y eso puede ser muy útil para convertirnos en personas con intenciones más claras y más capacidad de elección, atentos a las contingencias, incluso en los momentos difíciles. Porque vamos pudiendo hacer espacio a TODO lo que está presente. Y aquí los pensamientos serán tomados como lo que son: eventos mentales que interpretan la realidad. Pero no son la realidad en sí misma, la realidad es mucho más que lo que pienso. Y eso maravillosamente nos alivia. Sobre todo, si lo que nos sucede es como lo que le sucede a mi paciente “lo único que me circula en la cabeza es la preocupación por mi trabajo”.

¿Cómo podemos hacer para desactivar el piloto automático? ¿Cómo hacer para que no me arrastre en todo, para intercalar del “modo hacer” al “modo ser”? La clave es PONER ATENCIÓN AL PRESENTE.

Aunque sea algunas veces al día respirar con conciencia, sentir la respiración. Comer mi almuerzo sintiendo el gusto y los aromas. Poner el foco atencional en las sensaciones del agua en el cuerpo mientras me ducho, bailar y sentir el cuerpo mientras se mueve, escuchar música poniendo atención a los sonidos, hay tantas formas y maneras de desactivarlo que quedará en la creatividad de cada uno como fomentarlo .

A veces simplemente se trata de mirar y tocar cualquier objeto con atención, como si fuera la primera vez, y nos sorprenderemos de lo que encontraremos.

Con algo tan simple podemos ayudarnos a sentirnos menos estresados ​​de tanto pensar, más calmados, más conectados con todo lo que nos rodea y sobre todo (¡y lo que más me gusta!) MAS AGRADECIDOS con todo lo que la vida nos ofrece, que si no lo atendiéramos pasaría por alto.