Ansiedad en la infancia

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En los últimos tiempos se ha incrementado la demanda en el consultorio infanto-juvenil sobre ansiedad en la niñez.

Hablamos de ansiedad cuando los niños no superan los miedos y las preocupaciones típicos de los niños pequeños, o cuando estos (miedos y preocupaciones) son tantos que interfieren con las actividades rutinaria, como en la escuela o en el juego. En algunos casos la ansiedad, en los niños pueden presentarse irritables y enojados.

Tipos de Trastorno de Ansiedad:

  • trastorno de ansiedad generalizada

  • trastorno de ansiedad por separación 

  • trastorno de ansiedad social

  • trastorno de pánico

  • mutismo selectivo

  • fobias específicas

Trastorno de ansiedad generalizada. Este trastorno hace que los niños se preocupen casi cada día por muchas cosas diferentes, como los deberes, los exámenes o cometer errores o por cosas cuyos padres pueden no considerar que sean motivo de preocupación. Por ejemplo, las fiestas de cumpleaños, quedar a jugar con sus amigos, la muerte.

Esto podría llegar a afectar el desempeño escolar, dificulta que los niños se relajen y se diviertan, que coman bien y que concilien el sueño por la noche. Haciendo que estén cansados o asustados.

Trastorno de ansiedad por separación. Es normal que los bebés y los niños muy pequeños se pongan nerviosos y ansiosos las primeras veces que se separan de sus padres. Pero, al cabo de poco tiempo, se acostumbrarán a quedarse con un abuelo, en la escuela o una actividad recreativa que empiecen. Cuando no superar con la edad a este miedo se podría llegar a diagnosticar como trastorno de ansiedad por separación.

Afectando otras áreas de su vida y crecimiento acorde a su edad. Por ejemplo, ir a la escuela, dificultad para dormir solos.

 

Trastorno de ansiedad social (fobia social). En la fobia social, a los niños les asusta demasiado lo que puedan pensar o decir los demás sobre ellos. Siempre temen poder hacer o decir algo que los avergüence. Les preocupa que puedan parecer raros o que puedan decir cosas inadecuadas. No les gusta nada ser el centro de atención. Evitando situaciones que le hagan sentir expuestos, por ejemplo, levantar la mano en el salón de clases.

En algunos casos se pueden quejar de sensaciones corporales que acompañan a la ansiedad. Por ejemplo, pueden notar que se les acelera el corazón o que les falta la respiración. Notarse inestables o mareados.

Trastorno de pánico. Estos ataques de ansiedad repentinos pueden causar síntomas físicos, como agitación, temblor, aceleración de la frecuencia cardíaca y falta de aire. Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento. Pero son más frecuentes en los adolescentes que en los niños.

Mutismo selectivo. Esta forma extrema de fobia social hace que los niños estén tan asustados y dejen de hablar. No hay un daño orgánico, es decir si pueden hablar, pero cuando están en su casa o con personas con quien tengan confianza. Pero se niegan a hablar en la escuela, con sus amigos o en otros lugares donde tengan miedo.

Fobia específica. Es normal que a un niño pequeño le asuste la oscuridad, los monstruos, los animales de gran tamaño o los ruidos fuerte.

    Pero una fobia es un miedo a una cosa específica, más intenso, más extremo y más duradero. El niño siente terror ante la cosa temida y trata de evitarla. Si está cerca de lo que teme, se siente aterrado y resulta muy difícil consolarlo y tranquilizarlo. Lo mas comunes que pueden darse son miedo a animales como las arañas, sapos o a la oscuridad, las inyecciones.

    ¿Cómo detectarlo?

    Se puede detectar siempre cuando es persistente e intenso el miedo que le produzca determinadas situaciones. Por ejemplo, un niño se puede aferrar a sus padres a la hora de ir a la escuela, llorar.

    La ansiedad también puede afectar a su cuerpo. Se pueden sentir inestables, inquietos, agitados o faltarles la respiración y el corazón acelerado. Que da como consecuencia de la respuesta «lucha o huida». Se trata de la respuesta normal del cuerpo ante el peligro. Esta respuesta desencadena la liberación de sustancias químicas naturales en el cuerpo, ayudándonos a nos preparan para poder afrontar un peligro real, teniendo como objetivo protegernos del peligro. Pero, en la ansiedad esta respuesta es excesiva y ocurre cuando no hay ningún peligro real.

    Causas: Hay varias cosas que pueden desempeñar un papel en las reacciones extremas de «lucha o huida».

    Por un lado tenemos la genética. Un niño que tenga un miembro de la familia con un trastorno de ansiedad es más proclive a padecerlo. Los niños pueden heredar genes que los hacen más proclives a la ansiedad.

    Es por esto la importancia de recabar información en la entrevista sobre la historia clínica familiar.

    La química del cerebro. Los genes ayudan a dirigir la forma de funcionar de las sustancias químicas que hay el cerebro (llamadas neurotransmisores). La escasez de ciertas sustancias químicas específicas o que esas sustancias no funcionen bien puede causar ansiedad.

    Las situaciones de la vida. Las situaciones que ocurren en la vida de un niño pueden ser estresantes y difíciles de afrontar. La pérdida, una enfermedad grave, o la muerte de un ser querido, la violencia o los malos tratos pueden hacer que algunos niños se pongan ansiosos.

    Conductas aprendidas. Crecer en una familia donde otros parientes tienen miedos y ansiedades también puede «enseñar» (patrones) a un niño a tener miedo.

    ¿Que se trabaja en la terapia?

    Los niños aprenden que, cuando evitan lo que temen, solo están reforzando o afianzando sus miedos. Se realiza también intervenciones en la casa y se da modo de sugerencia a los papas como actuar antes determinadas situaciones. Es importante la contención familiar, aprendiendo la mejor forma de responder cuando sus hijos están ansiosos, para ayudar a sus hijos a afrontar sus miedos.

    Los niños aprenden habilidades y estrategias para poder afrontar sus miedos y preocuparse menos.

    En caso de que sea necesario se pide interconsulta con un psiquiatra, para usar medicamentos que trata la ansiedad.