Posiblemente haya habido alguna vez en la que hemos sentido que nuestras expectativas eran muy distantes de los resultados logrados; también creo muy probable, que esa distancia haya causado mayor malestar que el nivel de efectividad de los resultados, que quizá hayan estado bien, pero claro, no fueron los resultados magníficos que esperábamos en un principio.
Frente a una situación nueva, desafiante, evaluativa, nos preparamos, analizamos diferentes variables, tratamos de dar lo mejor de nosotros mismos, imaginando un desenlace cuasi perfecto, donde todo fluya armónicamente y al llegar el momento, vivimos esa experiencia tan esperada y…no todo resulta como lo fantaseamos.
Así es que comienzan a aparecer pensamientos del estilo “No debió haber sido de esa manera…” “Debí haberme preparado de otra forma” “Debería ser mejor en esto” “Me fue bien, pero no estoy contento porque esperaba más”. Creencias que en algunas ocasiones, pueden llevar a sentimientos de culpa, tristeza y no permitir disfrutar de lo que si hemos podido alcanzar. Ideas, que nos hacen perder de vista lo valioso del recorrido realizado, nos hacen focalizar en lo negativo y no en lo positivo y satisfactorio de nuestros logros, reforzando la idea de no merecer lo que obtuvimos. E incluso aumentan nuestra inseguridad y ansiedad al momento de dar nuevos intentos, “Esta vez me tiene que ir bien, sí o sí” sin dejarnos la alternativa al error, al nuevo aprendizaje, o lo que es aún peor, quitarnos las ganas de proponernos el mismo u otro desafío en el futuro “para que voy a volver a intentar, si nunca me va a ir como quisiera”.
Estos pensamientos en su mayoría tienen particularidades que se relacionan con las condiciones propuestas para el accionar, con la rigidez en la forma en que los hechos debieran suceder, con las reglas/mandatos que transmiten, la presión generada para cumplir a la perfección con lo planteado, y el sentimiento excesivo de decepción sino se lo consigue. Estos pensamientos, podríamos denominarlos como <disfuncionales> ya que manifiestan la asignación de significados que impiden alcanzar las metas y valores, generando malestar en forma permanente. Son interpretaciones de los sucesos que no permiten afrontar las demandas del medio, de manera de poder dar respuestas a las mismas, y así poder superarlas y encaminarse hacia metas vitales.
Es sumamente importante tratar estas creencias que no permiten flexibilizarnos ante la experiencia, aprender de esta, y disfrutar de lo que si adquirimos. Protegernos de estas “reglas” que se nos han impuesto , tanto en el ámbito familiar, social, cultural (y más) como: <poseer determinado tipo de cuerpo> <tener el trabajo perfecto> <formar una familia “tipo”><actuar siempre según ciertos criterios> <obtener resultados excelentes en las evaluaciones> <obtener cierto status a una determinada edad> , cuestionarlas, y hasta intentar refutarlas, servirá para detectar si son los pensamientos derivados de estas reglas los que obstaculizan nuestro camino, los que nos impiden sentirnos alegres, satisfechos, tranquilos con lo que vamos conquistando, y poder estar más presentes en lo que vivenciamos, y no haciendo comparaciones con lo que pudo haber sido y no fue.
La terapia TCC, se ocupa de revisar este tipo de creencias, que podrían atentar contra la autoeficacia, la aceptación y valoración de uno mismo y que no nos permite reconocer, que lo ideal como constructo tal, es utópico, nuestras expectativas no van a ser idénticas a nuestra realidad. Las expectativas sirven para guiarnos, motivarnos, ir en busca de nuestros objetivos, pero no son reales, reales son nuestros logros y el bienestar que los mismos pueden ofrecernos.