Frecuentemente en la consulta clínica nos encontramos con padres que solicitan ayuda profesional frente a diferentes problemáticas de sus hijos, tanto conductuales como de lenguaje o cognitivos. En gran parte de la terapia y la orientación a padres se utiliza como recurso el juego compartido con los niños. Pero ¿Por qué?

Se ha escrito mucho a lo largo de la historia sobre el juego de los niños, tanto para el desarrollo intelectual, la imaginación, formar vínculos con otros y aprender del mundo que los rodea. Particularmente, hablaremos del juego como medio de elaboración emocional en los niños. En la terapia vincular y de orientación a padres, se utiliza el juego como recurso para que ambas partes puedan sostener un espacio de conexión mutua y bienestar. De esta manera, se produce una elaboración de la relación desde aspectos positivos y placenteros para el niño.

El juego, así como actividad de esparcimiento y diversión, además, es medio de comunicación de los niños con pares y adultos. Forma un sistema de lenguaje conjunto donde se vehiculizan tanto aspectos emocionales, sociales, conductuales y cognitivos. Se trabajan los vínculos con el otro, tiempos de espera, tolerancia a la frustración, atención conjunta y potencia el lenguaje expresivo, entre otros aspectos importantes.

No es lo mismo jugar solo que con otros. El juego vincular busca sostener un guion en conjunto, donde todos los que participan lo hagan activamente, buscando prolongar la actividad en función del disfrute mutuo. De esta manera, el niño tiene la posibilidad de indicar diferentes situaciones de su interés, preocupaciones, deseos y emociones, mientras que el adulto, puede acercarse a los mismos, siendo parte principal de estas expresiones, brindando un espacio de seguridad y protección.

Existen diferentes tipos de juegos acordes a la edad y desarrollo psicomotor del niño. Entre ellos podemos encontrar juegos de explotación, simbólicos, de roles, reglados, que implican el uso de diferentes materiales o juguetes. Es frecuente que los adultos recurramos a aquellos juguetes más llamativos o elaborados como primera opción. Sin embargo, para que el momento de juego sea de mayor disfrute, debemos prestar atención a los intereses del niño, teniendo en cuenta cuáles son de su preferencia y acoplarnos a estos. En ocasiones, los niños prefieren juegos diferentes a los usuales a su edad, con materiales de exploración o simbólicos. Esto debe ser respetado por el adulto, y con el tiempo presentar materiales nuevos que puedan ser de su interés.

Algunos consejos a la hora de jugar con los hijos:

Limitar el uso de artefactos electrónicos: una de las principales funciones del juego es explotar la imaginación de los niños y los adultos. Se pueden utilizar materiales variados, desde juguetes tradicionales, materiales de dibujo, cajas, sogas, burbujas, y todo aquello que permita la expresión de la creatividad. En el caso de los dispositivos electrónicos, no es aconsejable que se utilicen al momento del juego, ya que mayormente limitan el uso del lenguaje y la imaginación. Los mismos están diseñados para el uso individual, lo cual interfiere con el propósito del juego vincular. De necesitar sostenerlo con estos dispositivos, se sugiere que sean aquellos que implican el uso de dos personas, utilizarlos por turnos y mantener un diálogo sobre lo que se está haciendo en el momento.

Establecer tiempos de calidad, más que cantidad: actualmente nos encontramos rodeados de responsabilidades y preocupaciones, que funcionan como distractores a la hora de poder desarrollar un juego en conjunto. Lo más aconsejable es poder pautar un tiempo, aunque sea de diez minutos, donde el juego sea la actividad principal, dejando de lado teléfonos y otras actividades o posibles distracciones.

Que el juego sea comandado por el niño: este es el espacio donde ellos logran establecer reglas sobre lo que desean y lo que no. En este momento, los adultos debemos seguir los intereses de los niños, buscando un acercamiento a lo que desean, priorizando el disfrute mutuo. Si proponemos un tema de juego y este no resulta, conviene darle la iniciativa al niño para que elija y así se mantenga el espacio lúdico.

Cuando aparecen conductas conflictivas durante el juego: si el niño elige una forma de jugar que consideramos no es la adecuada, ya sea porque puede lastimarse o lastimar a otros, lo aconsejable es marcar un límite a estas manifestaciones. De esta manera, se sugiere indicarle que no se está a gusto con ese juego, y que se retomará luego cuando ambos puedan hacerlo correctamente. Se prioriza el espacio positivo del juego, el disfrute mutuo y la elaboración de lo que le sucede a cada uno. Si esto no ocurre, se intenta marca un límite sin gritar ni mostrar enojo, transmitiendo que retomarán el espacio luego.