La psicología es una disciplina que crece constantemente, que va de crisis en crisis con sus consiguientes cambios de paradigma. Es difícil hoy por hoy decir que estamos ante una disciplina homogénea en cuanto a filosofías, teoría y métodos, ya que cada nueva corriente incorpora algo de la anterior pero también trae siempre algo novedoso.

Las ultimas corrientes contextuales trajeron una ruptura de paradigma en general a la hora de pensar el sufrimiento humano y la patología. En términos generales, tiende a normalizar el dolor (ansiedad, miedos, pensamientos negativos etc.) y considera que lo realmente destructivo de la naturaleza humana son los intentos de evitar tomar contacto con ese dolor, y es esto lo que lo vuelve sufrimiento.

“El sufrimiento es evitable, el dolor no”.

Y acá es donde estas nuevas corrientes en especial la Terapia de Aceptación y Compromiso, incorpora el trabajo explicito con los valores en psicoterapia. Los valores pasan a ser el contexto en el que experimentamos dolor. Si vamos a pedirle a los pacientes que se abran a la posibilidad de experimentar dolores, ¡entonces que valga la pena!

¿Qué son los valores?

Muchos autores nombran a los valores como “la brújula” y es una forma de nombrarlo que particularmente a mi me gusta mucho, ya que indica que es una guía, lo que nos va iluminando el camino, la respuesta de ¿para qué vivimos?

¿De qué quiero que se trate mi vida? ¿Qué me motivaría a tomar el camino difícil? ¿Qué es lo que es verdaderamente importante en mi vida?

Y aquí radica uno de los motivos por los que para mi es clave trabajar valores en psicoterapia: éstas son preguntas que usualmente los consultantes no se hacen, y los obliga a correrse de esa lucha interna con el malestar, de lo que los demás hacen, de cuánto duele. El foco suele estar tan puesto en nuestros problemas, y en cómo resolverlos, la mente suele estar en modo “resolución de problemas”, y nunca nos centramos (los terapeutas también estamos en el mismo baile) en quiénes queremos ser, ante esos problemas. ¿Qué queremos cultivar?

Volviendo a su definición, es un concepto complejo de trabajar, ya que suele confundirse con la moral, lo que está bien, lo que esperan de vos los demás. La clásica definición de valores es que son direcciones vitales globales elegidas. Es decir, la forma en la que queremos dirigirnos, las cualidades que queremos cultivar en nosotros mismos, a medida que nos movemos en la vida.

Por ejemplo, yo puedo querer ser una buena amiga, las amistades son muy importantes para mí. Pero ¿que sería para mi ser una buena amiga? Porque quizás yo podría elegir ser una amiga compasiva, presente, y en libertad, y otra persona podría elegir ser afectuosa y leal. Para cada uno, el significado que quiere recorrer en cada área de la vida es muy diverso.

Por otro lado, los valores no son “racionales”, no los elegimos basándonos en “buenas razones”. En palabras de Manuela O’ Conell terapeuta a quien admiro “Las elecciones no están ajustadas a ninguna vara de medir, ni están bien ni mal, ni son buenas ni malas, ni justificadas o injustificadas, simplemente son”

Aquí nos encontramos con otro motivo para incorporar valores, nos permite corrernos de la racionalidad, y tocar el alma de nuestros consultantes. Eso que nos corre de las “reglas” y nos lleva a pensar en que cosas enriquecen realmente nuestras vidas y hace que todos los dolores “valgan la pena”.

Otra de las cuestiones claves de los valores es que al ser direcciones de vida tan “abstractas”, éstas pueden ponerse en juego en objetivos muy diversos y a través de acciones muy diversas y esto no nos ata a ningún objetivo en particular, siempre podemos seguir cultivando ese valor. Por ejemplo, si yo tengo claro que cultivar el conocimiento, la curiosidad por los fenómenos humanos, es muy valioso e importante para mí, eso puede ponerse en juego en el objetivo concreto de recibirme, pero también puede no acabar allí, siempre puedo seguir cultivando ese valor, con pequeñas acciones, o grandes objetivos, pero no quedo atada de pies y manos a concretar un objetivo. Al contrario, se abren mil puertas más de acción.

Y por esto es tan importante incorporarlo a la psicoterapia porque lo que es importante para cada uno trasciende las circunstancias externas, y nos lleva a la creatividad, a pensar momento a momento ¿de qué manera podría actuar en relación a esto que es importante para mí, en esta situación x? La pandemia que nos ha “sacado” muchas actividades concretas, como viajar, ver a nuestros familiares, abrazar etc., ha sido una buena gran “circunstancia” que nos obligo a volver a pensar el “como”. Si cuidar de mis amigos es importante, y no estoy pudiendo verlos ¿de qué manera podría seguir haciéndolo aún en este contexto? Abre puertas, no cierra.

Aunque por supuesto no todo es color de rosa, generalmente lo importante es la otra cara de lo que duele. Vivir una vida valiosa, conectada con lo importante, implica hacerle lugar al dolor. De hecho, el dolor, puede ser una buena señal de lo que es importante para mí. Y les dejo esta invitación: piensen en algo que particularmente les haya estado provocando dolor (ansiedad, miedo…), en el último tiempo, las ultimas semanas… ¿por qué pensás que eso duele tanto? ¿qué hay de importante para vos ahí? ¿Quién quisieras ser a la hora de actuar? Si no podemos controlar el dolor, ni podemos controlar lo que los demás hagan, entonces ¿qué es lo que esta en nuestras manos?

Y acá es donde aparece la última arista de la que quiero hablar: son nuestras acciones concretas las que nos permiten vivir acorde a estos valores. Es decir, los valores están en nuestra mente y nuestras almas, pero se encarnan en acciones. Vivir una vida valiosa implica elegir cursos de acción que para nosotros tengan que ver con lo que es importante para nosotros.

Y esto también resulta un valor agregado a la psicoterapia a mi criterio. Les permite a los consultantes observar sus propias acciones en otro contexto. En el contexto de lo que le da sentido, a la vez que les permite dejar de estar tanto en la mente, y entrar activamente en sus vidas.  Por supuesto haciéndole lugar al dolor, al miedo, a la incertidumbre, a la vergüenza, etc. Y no se trata de acciones grandiosas de una vez y para siempre, sino de un compromiso cotidiano, de habitar la pregunta ¿esto que estoy haciendo, esta orientado a vivir una vida valiosa para mí? ¿esta orientado a evitarme un dolor/conflicto/malestar?  Hacerles lugar a esas preguntas es a mi criterio y en mi experiencia muy eficaz y permite salirnos del piloto automático y dejar de reaccionar impulsivamente a lo que nos pasa y empezar a responder, con una sabiduría, (nuestra y  única) que nos va a llevar poco a poco a una vida con dolores, humana, pero mucho más amplia.