En términos generales, la relajación es un estado que es percibido como agradable para la persona que lo experimenta, y que hace referencia a la ausencia de tensión muscular, y un estado de reposo físico y mental. Quizás podamos recordar momentos personales de reposo en donde hemos experimentado esa sensación de tranquilidad y de estar “desconectados” del torbellino de pensamientos de nuestra mente. Algunos ejemplos pueden estar relacionados con estar escuchando música que nos agrada, tomando una ducha caliente o recibiendo un masaje.

Cuando una persona está relajada, se producen en el organismo una serie de cambios que son opuestos a los efectos fisiológicos de emociones tales como la ansiedad o estados de estrés.

Imaginemos que nos encontramos en un pasillo esperando para entrar a una entrevista laboral. Si hiciéramos zoom en nuestro cerebro, lo que podríamos observar en ese momento es cómo el Sistema Nervioso Simpático se activa para ayudarnos a atravesar esa situación. Cuando esto sucede, el organismo se encarga de liberar energía preparándonos para la acción: estar atentos y lo más despiertos posible para dar una buena impresión en la entrevista (o huir corriendo al ascensor antes de que nos llamen, siempre es otra opción).

Sin embargo, no podemos mantener el sistema nervioso simpático activo por demasiado tiempo, ya que gastaríamos nuestras reservas de energía, además de que resultaría la entrevista de trabajo más larga de la historia. Entonces, cuando volvemos a nuestro hogar luego de haber atravesado nuestra performance y nos recostamos en el sillón, se apaga el sistema simpático y comienza a actuar el Sistema Nervioso Parasimpático que se encarga, justamente, de la recuperación. Nos relajamos y, de esta forma, generamos el menor consumo de energía posible.

Utilizamos las técnicas de relajación con el objetivo de inducir este tipo de respuesta parasimpática, que devuelve al organismo a un estado de calma previo a la activación y resulta, por tanto, una habilidad beneficiosa para nuestra salud. Mediante la puesta en marcha de un conjunto de procedimientos, podemos aprender a manejar nuestro nivel de activación fisiológica mediante un recurso puramente interno y al alcance de nuestras manos.

¿Cómo nos relajamos?

Si bien la relajación refiere a una respuesta natural de nuestro organismo, la manera de relajarnos será personal. Cada quién va a necesitar cierta técnica y manera de hacerlo para que le funcione, que puede presentar variaciones en la misma persona en diferentes situaciones o momentos de la vida. Lo primordial es poder descubrir y desarrollar las habilidades y herramientas que sean necesarias para poder utilizarla cada vez que lo creamos conveniente.

Ahora bien, se pueden nombrar algunos aspectos generales a tener en cuenta al comenzar en la práctica de las técnicas de relajación:

I. La respiración abdominales uno de los recursos más utilizados en las diferentes técnicas de relajación, y va a hacer referencia a aquella respiración que adoptamos de manera automática cuando nuestro cuerpo está relajado, como cuando estamos por dormir. Para practicar este tipo de respiración podemos poner una mano en nuestro pecho y otra sobre el abdomen, por encima del ombligo. Al tomar aire por la nariz, intentamos que el aire vaya directamente hacia nuestra panza, dando como resultado que la mano del abdomen se mueva hacia arriba y abajo, mientras que la del pecho permanece quieta en el lugar de comienzo.

II. Es importante poder elegir un lugar adecuado para practicar estas técnicas, donde no tengamos demasiados distractores. Podemos ponernos ropa cómoda, apagar la luz y silenciar el celular para ayudarnos. También puede ser importante pedir a las personas alrededor que no interrumpan durante el tiempo de práctica.

III. Para empezar, podemos tomar una postura que nos sea cómoda, ya sea sentados o acostados, y cerrar los ojos. Los pies y los brazos permanecen en una posición relajada y sin forzar.

VI. Para practicar la respiración abdominal, comenzamos a tomar aire por la nariz durante 4 segundos para luego expulsarlo, también por la nariz, durante 8 segundos. Prestamos atención a cómo el aire entra y sale de nuestras fosas nasales, sin forzar la respiración. Podemos repetir este ejercicio por algunos minutos, manteniendo una respiración profunda y suave, e intentando siempre elevar la mano que se encuentra en el ombligo.

Por último, es importante recordar que, como toda habilidad que estamos adquiriendo, es importante poder dedicarle tiempo sobre todo al comienzo del aprendizaje. Se recomienda ensayar todos los días durante las primeras dos semanas, aun asi la práctica conste de 5 minutos. Si no lográs dominar la técnica de respiración abdominal no te desanimes, practica ser paciente con vos mismo y que esto no se convierta en un estresor más. De la misma manera que con cualquier habilidad, la práctica ayudará a mejorar con el tiempo. Además, podés probar con otra técnica diferente o acudir a un psicoterapeuta que pueda guiarte en la búsqueda de una nueva opción.