La muerte de un ser querido suele ser un momento difícil de abordar en todos los ámbitos de la vida. Cuando debemos afrontar este acontecimiento, muchas veces no sabemos cómo transmitirlo a los más pequeños, cuál será la mejor forma o la que genere menos sufrimiento. Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) tomamos algunas herramientas para poder transitar el duelo.

La duda de los adultos muchas veces radica en qué decir y cómo abordar las emociones y conductas luego de este cambio en su vida. Al comunicar lo que sucedió debemos tener en cuenta la edad y el nivel de comprensión del niño: a mayor edad es probable que aparezca una teoría sobre la finitud, o conozcan sobre la experiencia porque un par que lo vivió. Así, podemos explicar con metáforas, de manera sencilla y comprensible acorde al momento evolutivo de la persona. Transmitir de una manera clara, responder sus preguntas a medida que aparezcan, y dar un relato sobre los hechos son algunas indicaciones posibles.

Al hablar de la muerte, debemos ser claros con los niños en algunos puntos fundamentales:

  • Es irreversible, la persona que fallece no va a volver.
  • Es universal, sucede a todos los seres vivos.
  • Es inevitable, forma parte del proceso de la vida.

Por otra parte, si es una situación de duelo anticipado, como desenlace de una enfermedad, se recomienda hablarlo abiertamente, indicar los cambios que pueden aparecer en la persona. Podemos escuchar sus teorías sobre lo sucedido sin desestimarlas, pero corrigiendo sesgos por una visión realista y esperanzadora.

Desde la terapia de aceptación y compromiso (ACT) observamos que el dolor en la vida es inevitable, mas no el sufrimiento. Esta perspectiva nos permite no suprimir nuestras emociones, si no validarlas en el contexto en el que surgen. La pérdida de un ser querido es un evento doloroso en nuestras vidas, tendiendo a activar tristeza, miedo, enojo, entre otras. Vivir una vida con sentido y hacia nuestros valores, implica transitar el malestar que nos generan estas emociones sin luchar contra ellas ni querer suprimirlas. Podemos establecer la aceptación de la situación como tal, sin reprimirla ni esforzarnos en cambiarla, y la tristeza de haber perdido un ser querido como parte del vínculo que logramos tener.

En el trabajo con niños, el modelado de la familia en la expresión emocional y conductual es primordial para aprender a etiquetar y expresarse en este momento de la vida. Aprendemos a nombrar y regular nuestras experiencias privadas –emociones y pensamientos-por medio de lo que el contexto nos indica en cada situación. De esta manera, la validación de aquello que siente el niño es principal para poder afrontar el duelo como parte de un proceso. Podemos explicar estas emociones, sin juzgarlas como correctas o incorrectas, aceptando que existen y son parte de nosotros en este momento. Desde el aspecto conductual, pueden aparecer manifestaciones acordes al cambio emocional: retraimiento, regresión temporal de hábitos adquiridos, berrinches, cambios en el sueño o alimentación.

Para finalizar, en nuestro rol como adultos podemos transmitir lo sucedido de manera que sea comprensible, responder inquietudes o preocupaciones. Es importante destacar que seremos el modelo de cómo afrontará este y otros duelos a lo largo de su vida, por lo que validar nuestras propias emociones sin juzgarlas, ni pelearnos con la realidad que atravesamos ayudará en el proceso de entender cómo vivir el dolor sin sufrirlo.