de janin

Written by Natalí Crivelli

Ir, venir, correr, un turno, luego otro… ¡Apurate, llegás tarde! Tengo que ir a visitar a mi familia, tengo que terminar las notas del colegio, tengo que, tengo que, debo…

Si. El título está bien puesto… no voy a hablar del estrés, ni de la ansiedad, ni del deber ser, ni de lo que me dice continuamente Roberta (mi mente), ni de cómo se practica la difusión… Hoy no vengo a hablar de tantos conceptos y digo tantos, ya que para exponer mi reflexión necesito de alguno de ellos.

Hace unas semanas estaba hablando con unos alumnos del secundario. Diálogo que me llevó a reflexionar, a cuestionarme… Una hermosa pareja donde él es Adventista y ella no cree en que exista un Dios u otro ser superior. Dentro de la conversación ella me dijo, “para mí la vida es maravillosa, no creo que haya algo más allá que supere esto. Yo voy en el colectivo mirando por la ventana sorprendiéndome de las hermosuras que veo, por ejemplo: un pajarito con sus alitas, plumas (…) y me emociono.” Dicho esto, sus ojos se humedecieron, mientras en su rostro brillaba una sonrisa. Decidí acallar mis hipótesis y conocimientos, tratando de imaginar lo que ella veía y sentía por aquella ventana.

Un pensamiento que en algunos momentos tuve al estudiar, leer o al transitar la vida… ¡Cuántas cosas me/nos perdemos a diario! Si, podemos explicarlo en términos como “modernidad líquida” o “a lo gaucho”… “el tiempo se me va de las manos”, “tengo que generar más dinero, porque no llego a fin de mes”, “el dólar sube!”, “la inflación”… y puedo seguir así horas.

Ponele el título que más te guste, adórnalo con todas las excusas súper realistas que tenés, pero eso no quita que las cosas hermosas y sorprendentes de la vida a veces se escapan de nuestra visual, nuestro sentir, nuestro vivir. Me pregunto y te pregunto: cuántas veces al día te ves con la necesidad de agradecer por lo que vivís, ves, oís, tocas, oles, degustas… sentís?

A veces me resulta irónico cuando me encuentro pidiendo a mis clientes que disfruten del momento… “detente y siente tu respiración”, “percibe tu cuerpo”, “come y disfruta tu comida, sintiendo sus sabores”, “agradece 5 cosas diferentes todas las noches”… Cuando muchas veces me doy cuenta que estoy respirando mal porque me agito o me doy cuenta que estuve mal sentada todo el día gracias a mis contracturas o almuerzo parada mientras le cocino a mi perro o, al terminar el día prendo la tele para “desconectarme” e inducir el sueño.

Te preguntarás en que se relacionan estos párrafos o quizás ya te diste cuenta… nos llenamos de actividades, tiempos ocupados, deberes, preocupaciones, excusas y nos olvidamos de ser más como mi alumna…que reconoce en cada detalle que la rodea, regalos que inspiran el agradecer.

Por otro lado, sabemos que nos hace bien, teorizamos y leemos los efectos positivos del comer bien, descansar, hacer deporte, realizar alguna actividad placentera… Sin embargo ¿Cuánto de eso aplicamos?

De lo que estoy segura es que si querés, podes… es justo y necesario hacerte un tiempo para armonizarte, encontrarte con tu esencia, en fin… disfrutar de la vida… sentirte viva, ser protagonista en ella y no solo estar en piloto automático, haciendo lo que debemos en nuestro entorno. Nos dejamos llevar por la vida sin agradecer por todo lo bello que significa estar vivos… por lo logrado… por lo que aprendemos día a día… por lo contemplado.

Creo que una de las maneras más hermosas de acercarnos a la felicidad es mediante la gratitud, y ahora sí voy a comenzar con un poco de teoría…
Robert Emmons, profesor de la Universidad de California, definió la gratitud como “un sentimiento de asombro, agradecimiento y apreciación por la vida”. Y declaró (Emmons y Stern, 2013, p.846-847): “La gratitud tiene un doble significado: mundano y trascendente. En su sentido mundano, la gratitud es un sentimiento que se produce en los intercambios interpersonales cuando una persona reconoce haber recibido un beneficio valioso de otro…”, Mientras el significado trascendente es el reconocimiento de estar conectados con algo que supera las “fuerzas físicas” y forma parte de “un contexto trascendente». Aquí es donde aparece el “verdadero agradecimiento”, su “objetivo final es reflejar la bondad que uno ha recibido”, el hecho de que uno vive gracias a los otros. “En este sentido, la espiritualidad de la gratitud se opone a la creencia egoísta de que uno merece o tiene derecho a las bendiciones de las cuales goza. Más bien, se trata de reconocer la gracia por la cual uno vive…”.

    Este es el “auténtico” sentido de la gratitud, el que lleva a “experimentar las situaciones de la vida de forma tal que suscita en ellas una apertura para comprometerse con el mundo a compartir y aumentar la bondad que se ha recibido. Es el sentimiento de conexión con la humanidad que emerge de un sentido de asombro y alegría al participar en una intrincada red de existencia.”

      Los estudios sobre la gratitud se multiplican continuamente, pero la gran mayoría llegan a la misma conclusión: la gratitud tiene un efecto causal sobre la salud física y mental.

      Entre éstos efectos podemos encontrar que las personas agradecidas son más felices, tienen más energía, son más optimistas y experimentan más emociones positivas que aquellos que no la practican tanto. También son más amables, manifiestan más empatía, son más espirituales e indulgentes, menos materialistas. Y tienen menos probabilidades de estar deprimidos, preocupados, no se sienten solos, no tienen tanta envidia y presentan un sentimiento de alegría de vivir permanente. (Lybomirsky, 2008) (Peterson y Seligman, 2004) (Kleiman et al., 2013).

      También tienen más autoestima (Lin, 2015), enfrentan mejor el estrés y los desafíos, se recuperan más rápido del consumo de drogas ilícitas (Leung y Tong, 2017), son más resilientes y padecen menos estrés postraumático (Israel et al., 2015). Por su parte, Kashdan et al. (2018), enfatiza que los agradecidos apreciaban más las relaciones matrimoniales, tenían mayor satisfacción conyugal, un alto sentido de pertenencia, autonomía, satisfacción sexual y compromiso con la relación (Niemic, 2019, 364).

      ¿Cuántas pruebas más necesitamos? ¿Cuántos estudios más hay que hacer? Cuánto más vamos a leer o estudiar para frenar dos minutos y dejarnos sorprender por nuestro entorno, para realmente vivir la vida, estar más sanos y agradecidos…