la Terapia Cognitiva en los problemas de pareja
La importancia de cómo nos tratamos
Written by Lic. Agustina Rebolo
De la autocrítica al autocuidado
Los pensamientos influyen directamente sobre nuestros sentimientos y emociones así como también en nuestro comportamiento. Si pensamos de nosotros mismos “Soy un inútil”, “No sirvo para nada”, nos comportaremos en base a dichos pensamientos. Esto es así, ya que nuestras creencias no se desvanecen, sino que influyen de manera directa en nuestra percepción y nuestro accionar. De esta forma, nos mantenemos en un estado de alerta permanente acerca de lo que pensamos de nosotros mismos y de lo que puedan llegar a pensar los demás.
Los seres humanos nos sentimos amenazados por la posibilidad de que nos marginen, nos excluyan o nos rechacen socialmente. Frecuentemente nos intimida la idea de no poder crear sentimientos positivos en la mente de los demás, y éste aspecto influye directamente en cómo nos percibimos y pensamos de nosotros mismos.
Aquí entra en juego la autocrítica, la cual es concebida como un estilo cognitivo de personalidad en el cual el sujeto se evalúa y se juzga a sí mismo (De Rosa, et al. 2012). Ahora bien, para el autocrítico con práctica, no pasa un día sin que piense algo negativo sobre sí mismo. Está claro que el problema reside en que siempre podemos hacer las cosas mejor, por lo tanto a la hora de analizar las situaciones la sensación y posibilidad de decepción, a los demás y a uno mismo, siempre acechan. Solemos luchar de manera instintiva contra los eventos negativos de nuestras vidas considerándonos responsables a nosotros mismos cuando las cosas salen mal, y por lo general respondemos con la tríada básica de; autocrítica, aislamiento y ensimismamiento (Neff, 2003).
Criticarse a uno mismo suele implicar mirar hacia atrás y centrarse en cosas que ya hemos hecho, por ende no nos da ánimos para el futuro.
Es así que, estudios previos han demostrado que la autocrítica es un predictor para la depresión y la ansiedad (Blatt, 1995). Sin embargo, existe evidencia donde se ha fotografiado el cerebro mientras diversos sujetos realizaban distintas tareas, incluyendo imaginar cosas. Atkinson y McCraty analizaron el impacto que tenían por un lado las imágenes de ira y por otra parte las imágenes compasivas, sobre el sistema inmunitario midiendo una sustancia llamada inmunoglobulina A secretora. Se concluyó que las imágenes de ira tenían un efecto negativo en dicha sustancia a diferencia de las imágenes compasivas donde la misma se incrementaba. De esta forma, se ha demostrado que uno de los muchos efectos que pueden tener las imágenes compasivas es alterar positivamente los sistemas neurofisiológicos del cuerpo.
Una manera de ayudarnos a nosotros mismos con el objetivo de disminuir la autocrítica es practicar habilidades personales. Se ha demostrado que las habilidades personales determinan la manera de vivir y pueden influir de manera positiva y/o negativa en nuestra salud (Tobón Correa, 2021). Una habilidad relacionada directamente con nuestra manera de vivir es la habilidad de autocuidado.
Cuando hablamos de autocuidado nos referimos a las medidas adoptadas por uno mismo para cuidarse.
En otras palabras, mirar uno por su salud y darse una buena vida.
El concepto refiere a las prácticas y decisiones cotidianas que ejecuta una persona y/o familia para cuidar de su salud. Algunas de ellas son; alimentación adecuada, higiene, ejercicio y actividad física requerida, seguimiento para prescripciones de salud, entre otras. No obstante, no sólo debemos cuidar de nuestra salud física, sino también de nuestra salud mental. La evidencia confirma que el autocuidado influye de manera positiva en la forma de vivir de las personas siendo una estrategia importante para la protección de la salud y la prevención de la enfermedad.
Una manera de autocuidarnos es practicar la habilidad de autocompasión. La autocompasión refiere a la capacidad de ser amables con nosotros mismos, reconociendo que el sufrimiento y los errores son parte de la experiencia humana compartida. Dicho concepto surge de, aceptar cómo es la persona evitando los juicios (Neff, 2011).
Ser compasivos con nosotros mismos puede inspirarnos y ayudarnos a enfrentar errores aprendiendo de ellos y no lamentándolos de forma permanente.
La autocompasión es darnos a nosotros mismos el cuidado, atención y consuelo que normalmente solemos darle a quienes queremos cuando están sufriendo, fracasan o se sienten inadecuados (Simón, V & Germer, C.K, 2011)
Algunas de las cualidades de la compasión incluyen: estar motivado para cuidar y ayudar; reconocer y empatizar con la angustia ajena y propia; albergar sentimientos de bondad; amabilidad y apoyo; contemplar las dificultades para aprender de ellas, entre otras.
Ahora bien, cuando experimentamos la autocompasión se activan tres componentes, la amabilidad con uno mismo, la humanidad compartida y mindfulness (Neff, 2003). La evidencia científica denota que la autocompasión se asocia con el bienestar, la inteligencia emocional, conexión social, satisfacción vital, la felicidad, el optimismo y la sabiduría (Neff, 2011). Incluso se ha demostrado que las personas autocompasivas presentan un nivel de autoestima más alto que quienes no la practican. Esto no depende de la comparación con un otro, sino que las personas autocompasivas saben cómo reconfortarse a sí mismas cuando fracasan, aprendiendo y creciendo con sus errores motivándose a sí mismas en lugar de criticarse.
Existen cinco caminos que conducen a la autocompasión y nos permiten ponerla en práctica: a) el camino físico, b) el camino mental, c) el camino emocional, d) el camino relacional y e) el camino espiritual.
En primer lugar, el camino físico, relacionado con ablandar el cuerpo y parar de estar tensionados. Podemos practicarlo respirando hondo, tomándonos baños a una temperatura que nos agrade, hacer ejercicio, tener relaciones sexuales o prácticas sexuales contigo mismo, dormir una siesta, entre otros.
En segundo lugar, el camino mental, implica dejar que los pensamientos vayan y vengan sin luchar contra ellos. De esta forma podremos reconocerlos como pensamientos sin ejercer juicios de valor sobre ellos.
El camino emocional, en tercer lugar, implica hacerte amigo de tus sentimientos dejando de evitarlos. Perdonarte y perdonar a los demás, escuchar música relajante, pregúntate “Si mi amigo sintiera esto, ¿Qué le diría?”.
En cuanto al camino relacional, conecta de manera efectiva con otras personas. No te aísles. Deja el celular al costado o en otro lugar, compartí el momento de la comida, expresá gratitud ante un amigo o un familiar.
Por último, el camino espiritual, implica que seas fiel a tus valores, por ejemplo, practica la oración/meditar, camina en la naturaleza, haz las paces, haz un acto de caridad al azar, di la verdad (Simón, V & Germer, C.K, 2011).
Recordá que… muchas veces la forma en la que nos tratamos, determina cómo nos tratarán. Por lo tanto, el objetivo de estos ejercicios es habituarse a responder con bondad hacia uno mismo cuando aparecen problemas o complicaciones en nuestras vidas, en lugar de hacerlo criticándonos.
La autocompasión se cultiva mejor cuando recordamos practicarla, con el objetivo de aprender a ser un amigo cálido y comprensivo con nosotros mismos.
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